Malena
se había situado dentro de la habitación a la izquierda y con su estilizada
mano me invitó a entrar.
-
¡¡Vamos Enrique, nos seas tímido, entra!!. Esta será tu habitación durante este
fin de semana. Como puedes ver, la decoración no tiene nada que ver con
el estilo de la casa... es... bueno pasa tu mismo y lo verás.
Entré
con pequeños pasos en la habitación. Cauteloso, miraba todo con sorpresa y a la
vez aliviado de tener un espacio tan limpio y poco asfixiante. La verdad y
aunque pareciera poco profesional no sabia si fiarme de esta mujer... al fin y
al cabo, por eso estoy aquí, para evaluarla. Para mi tranquilidad tan
solo era una habitación normal.
-
Dice mucho de vosotras el hecho de que hayáis pensado en tener habitaciones tan
neutras para vuestros invitados, a todo el mundo no le gusta lo mismo- le
comenté a Malena mientras me giraba para contemplarla.
Ella
no articuló palabra, pero sus gestos y sus puños apretados lo decían todo. Algo
de lo que le había dicho le había molestado. Recordé cada palabra y las anoté
mentalmente. Para romper esa incomoda situación, me acerqué al gran balcón con
intención de comprobar que vistas ofrecía.
-
Desde aquí las vistas son preciosas-
Ahora
comenzaba a sentirme mejor, echar la vista a los lejos y perderse entre las
copas de los árboles era algo bastante tranquilizador. Los muros a veces podían
llegar a ser agobiantes.
De
pronto noté un aliento en mi nuca, todos mis sentidos entraron en alerta. No
había oído el ruido de las pisadas, ni los tacones...¿por qué?...supuse que la
mujer que estaba detrás de mí era Malena. Obté por callarme y esperar a que
ella, fuera quien fuera, iniciara la conversación. Aunque eran gemelas, su tono
de voz era un poco diferente. La voz de Malena era más suave y más melódica que
la de Adela.
Parte
de su cuerpo se apretó a mi espalda, sentí su pecho rozándome y su respiración
acelerada se colaba en mi piel. Luché con todas mis fuerzas para mantener la
compostura.
¡¡¡Joder!!,
soy un hombre casado, pero además soy su terapeuta... o por lo menos eso
pretendo. ¡¡Joder, que situación más cabrona!!. Lo malo es que ella no sabe
quien soy realmente...
Sentí
su mano en mi pierna, la situación comenzaba a volverse incomoda, “¡¡joder si
aguanto todo esto es porque la tengo que analizar!!”... Su mano se deslizó por
dentro del bolsillo de mi pantalón y sutilmente me dejó algo en él. Justo en
ese instante, con la toda la naturalidad del mundo comentó:
-
Sí, las vistas aquí son espectaculares tanto en los atardeceres como al alba,
pero decididamente las mejores son las primeras luces del día, contemplar el
alba desde aquí es un éxtasis para los sentidos.- observó mientras se separaba
lentamente de mí.
Dio
un paso y se colocó a mi lado mientras los dos presenciábamos como el cielo se
llenaba de bellos colores.
Otra
vez el silencio, por un lado me incomodaba, pero por otro me ayudaba a tomar
notas mentalmente de todo lo que ella hacía o decía. Mientras intentaba
recordar cada detalle, la otra parte de mi mente se preguntaba que es lo que en
esos momentos estaría pensando ella. Sabía que algo había puesto en mi pantalón
y aunque me moría de curiosidad por saber que era, también sabía que ese no era
el momento para mirarlo. ¿Cuántas veces había estado esta mujer en esa habitación
contemplando el amanecer?. Estoy segura que muchas, y también creo que no ha
sido sola precisamente... mis pensamientos cesaron al oír la voz de Adela, nos
llamaba:
-
¿Aun estáis por aquí? Ya le he dado instrucciones a la cocinera para la cena en
breve cenamos.
Malena
continuaba a mi lado casi pegada. Adela nos vio, su gesto lo decía todo. Por
momento me sentí divertido, sintiéndome el postre de ambas. Sin dudarlo y con
paso decidido vino hacia a mí y con una mirada casi asesina, clavó sus ojos en
los de su hermana. La situación era distraída y entretenida, pero también me
daba pistas sobre ambas y su relación.
Malena
me agarró el brazo con toda confianza y me apartó de su hermana enérgicamente,
mientras sus ojos me llenaban de preguntas. Casi arrastrándome me sacó de la
habitación. En ese momento que traspasamos el umbral el “ring-ring” de un
teléfono rompió el denso ambiente que nos rodeaba...
–
Yo contestaré –dijo Malena mientras bajaba las escaleras apresurada para
atender la llamada.
–
¿A qué estás jugando? – preguntó Adela, aferrándose aún más a mi brazo.
–
No sé a qué te refieres – contesté con voz entrecortada.
Sospechaba que Adela había
visto la actitud de su hermana conmigo, que por ello se había abalanzado hasta
mí arrastrándome, prácticamente, fuera de la habitación y que mi respuesta a su
pregunta no saciaría su sed de una respuesta más coherente.
–
¡Eso no es cierto! ¡Responde a mi pregunta!– dijo rozando un tono entre
enfado y reclamo.
–
Solo he seguido el guión que habíamos preparado. Trataba de que se
creyese mi coartada mientras la analizaba, no ha pasado nada más Adela – dije
mirándola a los ojos en el tono más convincente que pude sacar de mis adentros
(aún desconcertado y, porque no decirlo, con la excitación que Malena me había
despertado).
–
Perdóname Enrique. No quise ser grosera es solo que…
Aquella pausa fue como una
pequeña daga que me atravesó, era como si pudiera sentir su preocupación por
Malena en mi propio ser, era una sensación que me invitaba a abrazarla y
besarla con todas mis fuerzas, para que sintiese que estaba a su lado para ayudarla.
Por supuesto, no hice tal
cosa y me limité al comportamiento que se esperaba del profesional que soy… o
al menos eso trataba.
–
Tranquila Adela. Intentaré ayudar a tu hermana, debes confiar en mi –
conforme decía aquellas palabras ella suspiró y posó su cabeza contra mi
hombro.
Me gustó mucho tenerla tan
cerca, podía oler su pelo y su perfume me embriagaba. Sus pechos me rozaron, al
igual que había hecho Malena minutos antes, y me sentí tentado por sus carnosos
labios, hubiera dado cualquier cosa por probarlos en aquel instante. Quería
sentir su boca contra la mía, imaginaba a qué sabrían, si sus besos serían
apasionados y salados, o tiernos y dulces.
Mi mente navegaba con un
solo rumbo mientras bajábamos las escaleras infinitas: rumbo a sus caderas, a
su cintura, a su escote. A todo aquello que me llevase debajo de su vestido
para seguir descubriendo todos sus encantos de mujer y poder disfrutar de
ellos.
En aquellos mismos peldaños
fantaseé con hacerla mía con todas mis fuerzas y me la imaginaba a mi merced
gimiendo, pidiéndome más, y más, y más….
–
¡Enrique! ¡Enrique!. ¿Te encuentras bien? ¿Pareces acalorado?... – fue
su voz la que me sacó de aquel trance haciéndome volver a la realidad.
–
Me encuentro bien, quizás algo acalorado. Seguramente por el viaje. Si
no es molestia me gustaría refrescarme un poco – me apresuré a contestar sin
dejar lugar a dudas sobre mi estado.
–
Por supuesto. Al final del pasillo tienes un aseo. Te esperaré en el
salón. Parece que Malena aún está al teléfono, allí nos vemos. – dijo mientras
me indicaba el camino y me regalaba una de sus maravillosas sonrisas.
Ciertamente me había
acalorado, pensar en Adela entre mis brazos despertaba mis instintos más
salvajes y si añadimos que Malena se me había insinuado ufff… era aún más
excitante.
Abrí el grifo y dejé el
agua correr, quería sentir en mi cara un golpe de agua bien fría que me ayudase
a centrarme en mi trabajo y alejase las tentaciones y las fantasías de mi
cabeza. Fue entonces cuando recordé que Malena había colocado algo en mi
pantalón y nada mejor que aquel momento de intimidad para descubrir que era.
Metí la mano en el bolsillo
y allí estaba… un pequeño trozo de papel doblado por la mitad, lo abrí y …
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