Me
encontraba en el aeropuerto de Lisboa de regreso a Madrid, mi jefe me había
enviado para ver a un cliente en un viaje de ida y vuelta, esta vez tenía que
volver en el día así que la empresa se gastó un extra en el pasaje, iría en
primera, al menos disfrutaría por una vez de un pequeño lujo a costa de mi
trabajo, también me costó otra discusión con mi marido por culpa de mi profesión,
pero solía merecer la pena, en fin, que estaba algo cansada de la reunión y
deseando llegar a casa.
Mientras
esperaba frente a la puerta de embarque pude fijarme en un hombre muy elegante
y trajeado, seguramente algún empresario, que andaba perdido en su portátil y
que de vez en cuando me miraba y al que le sonreí cuando vio que me dí cuenta
de su inofensivo coqueteo.
Ya
nos llaman para embarcar, la azafata me acomoda en un conformable asiento en
primera y observo que soy la única pasajera de esa categoría, a los pocos
minutos escucho las risas de la azafata que acompañaba a mi gentil admirador y
que lo sentaba a mi lado.
Hoy
viajarán solos, espero que disfruten del trayecto, si desean cualquier cosa no
duden en llamarme, feliz vuelo.- dijo la azafata, con voz muy amable.
El
caballero me miró y con una sonrisa me saludó y fue acomodándose.
Me pareció
algo inquieto y supuse que tendría miedo a volar o quizás sólo al despegue, así
que me atreví a preguntarle:
Perdone
¿tiene Ud. miedo a volar?.- le dije con voz tranquilizadora.
Jeje, lo
hago a diario, pero el despegue me sigue impresionando.- contestó sin dejar de
sonreír.
En ese
momento, escuchamos decir al piloto que tardaríamos un rato en despegar, por
algún problema con la pista, fue cuando observé que su nerviosismo subió de un
salto y decidí conversar abiertamente con él para tranquilizarle.
Y eso
hicimos, comenzamos una conversación de lo más agradable que duró algo más de
veinte minutos y que finalizó al oír la voz del piloto anunciando que por fin
despegábamos.
El
avión avanzaba por la pista, cogiendo algún que otro bache, y al salto, él me
cogió de la mano, mirándome, esperando mi aceptación, al que yo le respondí
apretándola. Comenzaba el despegue, nunca me he fijado en cuanto dura, pero en
esta ocasión parecía eterno, su mano se soltó de la mía bruscamente y yo, aún
no sé por qué, puse la mía en su entrepierna y empecé a masajearle lentamente,
esperando su reacción, él me agarró la mano y la metió en sus pantalones, donde
encontré su miembro erecto y endurecido al sentir mi tacto. No sé como llegué
hasta allí, sólo sé que no quería parar de masajearle, sentía su humedad y me
apetecía seguir disfrutando de ella, pero… la azafata irrumpió en el
compartimento, y él rápidamente se tapó con su chaqueta y yo saqué
apresuradamente mi mano.
¿Desean
beber algo?- dijo la azafata, inoportunamente por cierto.
Yo
quiero agua, por favor.- contesté apresurada (el calentón me dejó la boca seca)
Yo
un whisky con hielo.- dijo él, aún con los colores subidos.
En cuanto la
azafata se volvió él colocó su mano en mis piernas, accediendo al interior de
mis muslos y acto seguido a mis humedecidas braguitas, ¡dios! como deseaba que
no parase.
La
azafata nos trajo las bebidas que nos tomamos enseguida y cuando ella retiraba
los vasos le dijo, con complicidad:
No
nos molestes hasta que vayamos a aterrizar.
Ella sonrió
y asentó con la cabeza dejándonos solos.
Mi mente y
mi cuerpo no se ponían de acuerdo, era una situación de lo más inusual y no era
moralmente aceptable, pero el momento era único y no lo podía dejar escapar.
Él
desabrochó su pantalón y yo me quité las braguitas, dejándolas en el suelo, me
arrodillé ante su miembro y comencé a comerle, lamía cada centímetro de su
pene, su dureza me estaba volviendo loca, era un bello espectáculo, verle
sentado placidamente mirando sobre mi cabeza, deseoso de que le diese más
mostrando su superioridad, era mi amo y señor, yo su sumisa sierva. Su erección
iba en aumento, su miembro llenaba mi boca, no dejaba hueco por mojar, pasaba
mis dientes rozando la superficie de su lasciva carne mordiendo y chupando,
podía sentir la sangre fluir por sus venas accediendo hasta el infinito… me
levanté y me senté sobre sus rodillas abriéndome todo lo que pude, para dejarle
paso, así fue como se introdujo en mí, le tenía tan adentro que la sensación
era inmensa e incontrolable, bebía de su boca y sus manos me alzaban metiendo y
sacando su pene de mi sexo cada vez más húmedo, dejó mi boca para entretenerse
con mis pechos, que andaban hinchados de la excitación y pedían ser comidos.
Subíamos y
bajábamos como un tiovivo que había perdido el control en sus marchas, pues
cada vez era más intenso el ritmo, y mis gemidos anunciaban mis ganas de llegar
al nirvana. Me agarró fuertemente por la cintura y apretó su cuerpo contra el
mío dejando imposibilitada la salida, mi momento había llegado, no pude
avisarle y me corrí llevando mi abdomen tensado al relax, por supuesto yo no
iba a privarle de tan deseado placer, así que le levanté del asiento y le dí mi
boca para que me diera de beber su preciada leche… y fue allí donde, con un gesto
parecido a un aullido me mostró el momento en que me llenó de él.
Relajadamente disfrutamos del resto
del vuelo, cogidos discretamente de la mano, con suaves caricias, sustituyendo
el cigarrillo del después, aterrizamos en Madrid donde nuestros caminos
despegaban cada uno en una dirección, quizás algún día volvamos a volar juntos…
no tiene porque ser en un avión.
Autora:
La Dama de las
Tentaciones.
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