18.
Malena, Adela, de nuevo la primera…, estaba
alucinado por la experiencia vivida. Me había follado a Malena, se había
corrido Adela y Malena se había quedado con mi semen y sin orgasmo. Esto era de
locos.
Sin embargo, desde un punto de vista científico,
era un caso alucinante. Como psiquiatra enseguida adiviné dónde estaba el
problema. El fenómeno de estas “excitaciones cruzadas”, tenía
profundamente frustrada a Malena, y Adela no sabía cómo lidiar con el hecho de
que su promiscua hermana le provocara orgasmos inesperados de forma —supuse—
más que habitual. Sin duda, la moral de Adela protestaba.
Y después estaba yo. Follarme a Malena había
sido un shock por lo inhabitual, sin embargo, fue como follarse a una gamba.
Mientras me estremecía en el orgasmo ella sonreía como se sonríe ante un payaso
que saca flores de una chistera y eso no era divertido.
Algo había que hacer.
Como casi siempre, mi mente elaboró un plan A y
un plan B. Ambos deberían solucionar este curioso embate que la vida me había
presentado. La cuestión no era follarme a las hermanas —al menos no solo eso—,
el reto era trascender el problema.
Con las cosas bastantes claras en mi cabeza me
dirigí a la cocina donde ambas se afanaban en preparar lo que supuse era un
asado.
—Hola, eso tiene buena pinta.
—Es un Strogoff —terció Adela—, hemos de
alimentarte después de todo…
—Sí, te queremos fuerte —continuó Malena—
¿verdad hermanita?
—Quería decir que después de haberse molestado
en venir…
Dejó la frase a medio terminar visiblemente
azorada. El juego que habíamos pactado ya no tenía mucho sentido y era más que
evidente que la situación requería de…, otro juego.
—Quería hablar con las dos, os quiero proponer
algo.
Ambas dejaron lo que estaban haciendo y se
volvieron hacia mi extrañadas.
—Estoy deseando oírlo. Malena abrió las piernas
en una insinuación descarada. No pasó desapercibida a su hermana.
—Malena, por favor!
—¿Qué?
—Te ruego que no te comportes como una zorra
delante de nuestro invitado.
Malena se olvidó de mi y se dirigió a su hermana
con un andar exageradamente provocativo.
—Cariño, SOY una zorra.
Adela la dio por imposible y metió sus manos en
el Strogoff al que estranguló con ganas.
—Sigo aquí —dije.
—Te escucho —contestó Malena.
—¿Adela?
—¡Oh, está bien!
—De acuerdo. Mirad, descubramos nuestras cartas.
Malena ya sabe que aquí hay gato encerrado, no soy amigo de tu hermana, soy
psiquiatra y estoy aquí porque tu hermana me lo ha pedido. Ella se preocupa por
ti. Y creo que están muy justificados sus motivos aunque lo que no me dijo es
que el problema es de las dos.
Había conseguido que me prestaran atención.
Continué.
—Lo que anoche pasó me ha hecho comprender que
la vida que lleváis es prestada en cuanto al sexo y, sin duda, es un problema
que necesita de un psiquiatra.
—Tú, por ejemplo —dijo Malena.
—Yo, sin ir más lejos.
—¿Y qué propones? —Preguntó Adela.
—Os propongo un juego.
—¿Qué clase de juego? —dijeron ambas al unísono.
—Uno que solucionará vuestros problemas. Me
explicaré. Está claro que la conexión, como gemelas que sois, trasciende lo
usual. Si las razones que barajo están en lo cierto, lograré que cada una se
quede con los orgasmos que le son propios y deje de sentir los de la otra.
—¿Sería posible? —dijo esperanzada Malena.
—Posible y probable —argumenté yo—, pensad en
algo. Si no funciona ¿qué perdéis?
—Nada —confirmó Adela.
—Exacto —concluí.
Dejé que el silencio hiciera su trabajo. La
verdad es que no estaba tan seguro de conseguir lo prometido pero un buen
psiquiatra sabe que la voluntad de los pacientes es la que realmente consigue
resultados. Si ellas creían en mí, las posibilidades del tratamiento que
proponía se multiplicaban.
—Por mí de acuerdo —Malena fue la primera en
hablar. Sin duda, la esperanza que le ofrecía era un regalo para ella que debía
de estar harta de vivir su sexualidad sin hacerlo. Sin duda ello le había hecho
convertir la promiscuidad en una forma de protesta.
—Creo que sí —contestó menos convencida Adela.
—Genial, hermanita ¿cuándo empezamos?
—Esta noche.
19.
Imagen: Thomas Schweizer |
Adela se quedó en la cocina y Malena con sus
insinuantes movimientos abandonó el habitáculo no sin antes lucir su hermoso
cuerpo delante de mí sin decir nada, su mirada hablaba sola. Era una mirada
felina y ardiente, desafiante y provocadora que no me dejó indiferente.
Canturreaba una melodía, como si con ello practicara un estudiado juego de
seducción.
Aunque las cartas estaban descubiertas, debía comportarme,
así que con mala gana volví la cabeza para no prestarle atención. En el fondo
me hacía gracia, era como una niña pequeña llamando la atención, una pequeña
Lolita, pero no lo demostré, tan solo les dejé ver mi cara de psiquiatra.
Nos quedamos a solas con Adela y acercándome a ella
a una distancia prudencial, le dije:
- Adela creo que es mejor ir a cara descubierta,
esta situación se nos estaba marchando de las manos. Ahora Malena ya sabe quien
soy y su reacción ha sido mejor de lo que esperaba-
- Sí, pero... Enrique, ¿realmente es necesario esa
terapia entre las dos?- preguntó con desagrado
- Sí, es necesario- respondí sin darle más
explicaciones. Esta vez me salió el profesional que llevo dentro. Realmente me
sentía aliviado, por fin podía controlar la situación y tenía la sartén por el
mango.
- Enrique, acuérdate que yo debo salir. Como dije
ayer, tengo que ayudar a Abel-
Su tono y su expresión corporal hablaban solos, no
hacía falta que dijera que no tenía ganas de reunirse con él, pero...¿ por
qué?.
Sentía una atracción por ella, pero eso no
significaba que iba a tirarme al mar sin salvavidas, tan solo era un deseo y no
quería que ese sentimiento pudiera estropear mi vida. Yo era el psiquiatra y
debía controlar la situación, no podía permitir que nuestra relación fuera más
allá de lo profesional. Adela es ese tipo de mujeres que no conciben relaciones
de sexo por placer, pero había algo en ella que me atraía, algo que no me
transmitía Malena siendo prácticamente iguales. Con Malena sí, con ella las
horas se nos pasarían volando y no jugando al tenis, ni al padel...
- Adela voy a intentar hablar con Malena. No te
preocupes, la controlaré- le dije mientras abandonaba la cocina.
Me dirigí al salón para intentar localizar a Malena,
seguramente sería fácil, allí donde se oyera música allí estaría ella. Todo
estaba en silencio. Subí las escaleras para acercarme hasta su habitación, pero
para mi sorpresa la música provenía del otro lado del pasillo. Me acerqué
sigilosamente, la alfombra del pasillo escondía el sonido de mis pasos. La
puerta del fondo, estaba abierta y la música salía de allí.
Me sentía culpable así que, antes de llegar a la
puerta, la llamé:
- ¿Malena, estás ahí?
- Sí Enrique, pasa, no te cortes.
Respiré hondo y empujé la puerta. Entré con cautela
y miré a mi alrededor. Allí estaba ella deslumbrante como siempre y con esa
belleza natural que poseía, que sabía que embaucaba a los hombres y así me miró
ella, como si fuera su presa. Después de conocer el problema que tenían ellas
dos, esa actitud suya frente a los hombres me tenía desconcertado. Respiré
hondo y me activé el chip de trabajo.
- Pasa anda, no te quedes ahí, ven a hacerme
compañía, además deberías quedarte hasta que mi querida hermanita vuelva de su
cita con su novio, así la conocerás un poco mejor...
Siéntate aquí a mi lado,
aquí en las escaleras del yacuzzi estarás bien y verás todo
en primera plana- ordenó
Malena a Enrique con un gesto enérgico mientras sacaba la mano fuera del agua.
Sus palabras me dejaron desconcertados, pero creo
que algo adivinaba. Como buen chico y para tener a Malena de mi lado, la
obedecí y me senté en el último peldaño de las 4 escaleras por las que se
accedía al yacuzzy. Desde allí, me llegan dulces olores provenientes del agua,
una mezcla a jazmín y olores exóticos. Si acercaba la mano podía tocar el agua
caliente, pero no lo hice. Debía concentrarme en sacarme la mayor información
posible, sobre su Adela y su misteriosa cita.
- ¿Por qué crees que la conoceré mejor desde aquí?-
pregunté a bocajarro mientras la miraba a los ojos.
Malena comenzó a reírse a con grandes carcajadas.
- Parece doctor, que aun no has entendido nada. Tu
espera y verás. Dentro de poco comprenderás lo mojigata que es tu querida Adela…………….
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