Capitulo 2.
-
Siento mucho presentarme a estas horas- dijo la mujer mirándome a los ojos.- Me
dijeron que a las 8 suele irse, intenté llegar antes, pero con la tormenta que
esta cayendo me ha sido imposible. Quise llamarle pero... mi móvil cayó a un
charco y ahora está inservible-
-
No se preocupe... sra...
-
Ahhh.. perdone, no me he presentado, me llamo Adela, Adela Montoro y
señorita... si no lo importa, srta. Adela Montoro-
Sentía
sus grandes ojos marrones clavados en mi, sentía que era ella la que me estaba
analizando.
-
Perdone mi torpeza, está empapada, tan solo puedo dejarle unas toallas para que
se seque un poco. Sí me acompaña, por favor, Srta. Montoro podrá sentarse y
contarme el motivo de su visita.
Giré
a la derecha para encaminarme por el pasillo hasta el final, para llegar hasta
mi despacho. El ruido de sus tacones era lo único que se oía, era el único
acompañante. Sentí sus ojos en mi nunca y un escalofrío recorrió mi
cuerpo.
Con
la pregunta en mi mente, ¿qué necesitará esta mujer, aparentemente tan segura
de si misma? Le mostré la silla donde se podía sentar y dejándola sola me fui a
la puerta de al lado donde estaba el baño, abrí las puertas del armarito, el
que esta debajo del lavabo y saqué dos toallas. Apenas me dio tiempo para
seguir pensando en ella y en sus motivos. Tener una mujer en mi consulta, era
una alegría. Valía la pena perder un poco de tiempo y tal vez con un poco de
suerte llegara a ser mi paciente. Con esos pensamientos me adentré en mi
despacho, me hubiera gustado detenerme para admirarla bien, pero sabia que eso
no estaba bien, que no era procedente, así que aceleré el paso y acercándome a
ella, a una distancia prudencial, le ofrecí las toallas y la posibilidad de
entrar al baño.
Sus
zapatos mojados descansaban al pie de la silla, dejando al aire unos hermosos
pies, bien formados y bien cuidados, con las uñas pintadas en rojo intenso. Se
levantó de la silla y sin prisa, con pasos armoniosos se dirigió a la puerta
que yo le había indicado.
-
Gracias Doctor Ventura, es usted muy amable, aunque eso ya lo sabía- dijo sin
decir nada más mientras se perdía por el marco de la puerta.
Sus
palabras me desconcertaron, esa mujer, toda ella me tenia descolocado. Volvía a
hacerse el silencio dentro, tan solo se oía el repiqueteo de la lluvia en los
cristales. Observé que junto a sus zapatos había dejado el bolso, un bolso de
mujer y además abierto.
-
¿Por qué se habrá dejado el bolso abierto?- me preguntaba mientras me acercaba
a él movido por la curiosidad. Sabía por mi mujer o por comentarios, que no es
habitual dejar un bolso abierto, para ellas un bolso, es como su alma.... la de
cosas que guardaran dentro.
Me
agaché, pero sin bajar la guardia. También estaba atento a la puerta, en cuanto
oyese que se abría, debía retirarme rápidamente del bolso y situarme a una
distancia prudencial.
A
esa distancia poco se podía ver, nunca había sido cotilla y menos de un bolso,
o tal vez porque nunca tuve una oportunidad como esta.... me agaché un poco más
y pude distinguir un cartón doblado... cambié el ángulo, me situé a un
lateral...
¡¡Fotografías!!...
son ¡¡fotografías!!... algo dentro de mí me hizo detenerme... respiré y unos
segundos me dije a mi mismo:
-¡¡Vale
Enrique!!, Tu siempre has sido un profesional, tu no eres así, deja de
comportarte como un hombre y sé lo que eres, un médico, un gran profesional.
Me
retiré aturdido y a la vez sorprendido por su tardanza. Me quedé de pie, unos
segundos, me empezaba a preocupar cuando por fin oí la puerta. Decidí quedarme
ahí a esperarla.
Aunque
el vestido estaba mojado, su aspecto era diferente, su pelo era diferente.
- Y
bien, Srta. Montoro, ¿en qué puedo ayudarle?- le pregunté mientras ella tomaba
asiento.
-
Vera, es una situación difícil, necesito que me ayude. No es para mí, es para
mi hermana, mi hermana gemela. Me han hablado tan bien de usted pero existe un
problema.... mi hermana ha estado con varios médicos y ahora no confía en
ellos. Me han dicho que usted es diferente, que usted nos puede ayudar.. tal
vez si usted accediera... si usted quisiera venir a casa... como un amigo y si
consiguiera ganarse su confianza.. solo tal vez podamos ayudarla.
El
silencio cobró de nuevo vida. Jamás me habían pedido una cosa semejante,
pensaba que esto solo pasaba en las películas. Sus ojos me pedían ayuda a
gritos, estoy seguro que no me estaba mintiendo, con la mirada me suplicaba, me
sentía su única salvación.
Comencé
a dar vueltas por mi despacho, había algo en ella...que no pude descifrar en
ese momento, me sentía atraído, por ella, por la historia.. y por las
fotografías que había visto en el bolso...¿por qué esas fotos venían otra vez a
mi mente?....
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