28 marzo 2013

Madurez - Cap. 5 y 6





5.

Total, que cuando ya se estaba poniendo aquella historia tremenda, Mari Luz me resumió la faena diciendo:
- Bueno ya te puedes imaginar el resto Juan, los dos disfrutamos de Mandy y fue una experiencia que recordaremos toda la vida. Fue lo más excitante de aquel viaje a Bangkok.
Y se calló, ¡que jodida!, se calló y me que de ahí en el ... cómo...
-         ¿No me crees?- me preguntó con cara de ver en mí una mueca de incredulidad, que más que incredulidad era de.... ¡joder...! sigue contando.... pero claro también comprendo que ya entrar en detalles era incómodo.

Hubo un silencio entre ambos, un pensar que coño iba a decir por mi parte y al final abrí la boca:
- No es que no te crea Mari Luz, es que estoy realmente sorprendido porque ni por lo más remoto te hubiera imaginado en esa tesitura.
- Pues ya ves Juan, las apariencias engañan, ¿no crees?
-Ya lo creo,  ya- respondí con frases hechas, por que mi cabeza en realidad pensaba si podría existir la posibilidad de pasar la noche con ella.
No es que físicamente fuera mi tipo, pero había despertado un morbo en mí que animaba a tomar algún tipo de iniciativa, pero con dudas, dudas razonables.
-¿Y qué hacemos ahora?, - pregunté- ¿nos vamos a la habitación?, bueno... cada uno a la suya, apostillé instintivamente.
- Si es lo que te apetece – me respondió.
- ¿Apetecerme?, lo que se dice apetecerme, me apetecería otra cosa.... Le dije sonriendo y lanzando el guante...
- Y, ¿qué te apetece?, sí se puede saber- me preguntó con una sonrisa y un bajar de cejas, ¡que vamos!, era toda una provocación.
- Pues me apetecería que me contarás más en la habitación, esto, aquí, comienza a ser incómodo para mí.
- Y para mí- susurró mientras acercaba su cara a la mía demostrando una complicidad in imaginada.
Se levantó, estiró su atuendo y se puso al frente camino de los ascensores mientras yo la seguía como un “corderito” con la vista fija en su culo, que movía hipnótica y exageradamente.
Se abrieron las puertas del ascensor y "voila", solos hasta la séptima planta. Allí había que hacer algo, allí tenía que demostrar las intenciones y sin dar tiempo a que el indicador de altura marcara el piso tres, me acerqué a su cara y tomándola por la cintura y muy cerca de su boca, le susurré:
- Me pareces una mujer increíble. Y lancé un tímido beso a sus labios todavía encarminados.
Respondió. Respondió con uno de réplica pero este menos tímido. Un beso directo a la boca, un beso a bocajarro, un beso de esos que te quitan el aliento y piden que la estrujes por la cintura que era inabarcable, pero no importaba demasiado, porque aquel beso anticipaba una pasión acorde con el tamaño de mujer. Un tamaño al que por cierto no estaba acostumbrado y potenciaba mi morbo por aquel cuerpo de mujer.
Del tercero al séptimo piso nuestras lenguas se demostraron intenciones y dejaron claro que lo de hablar ya se había acabado y que querían, comer, chupar, profundizar, saborear sabores nuevos, exóticos no sé,  pero nuevos sin duda.
Se abrió la puerta del ascensor e instintivamente cada uno salió hacia lados opuestos ya que nuestras habitaciones no estaban juntas. Pero ella reaccionó de inmediato. Se giró hacia mí y sin decir ni palabra me tendió su mano con un gesto de ven, ven conmigo.
Cómo decir que no. La tomé de la mano y me llevó hasta su habitación donde la "puta tarjetita magnética" casi nos juega una mala pasada y entre los nervios y la mierda de la electrónica, no se oía los clics y la puta luz verde tardaba en darnos la bienvenida. Pero cuatro cinco nerviosas pasadas de tarjeta y "click y verde", buffff  ¡menos mal!..
Ella entró primero y yo detrás. Como mujer que era, todo estaba perfecto y ordenado.

Todavía olía al perfume que se había puesto para la cena. No la deje dar ni dos pasos, ni abrir la boca, la volví a coger por aquella cintura que no tenía fin y respondí a su boca a la andanada que antes me había lanzado, ¡no te jode!, iba a ser yo menos....
Nos besamos con frenesí delante de un espejo de cuerpo entero y la apreté contra mi cuerpo sintiendo aquel vientre abultado pero que lejos de provocar rechazó, moría por morderlo apretarlo, chuparlo y comérmelo. Estaba realmente excitado.

Quizás aquel pelo ya de otro tiempo y aquella estética, presagiaban un sexo "vintage" que moría por probar. Era cómo follarse a la Margaret Thacher o a la mismísima reina de Inglaterra, en sus años buenos claro. No era el cuerpo, era el morbo de la madurez desbocada y a punto de explotar en mi boca.

Separado por un momento tratando de buscar la mejor combinación de luces, que no fue fácil.
¡Estos jodidos hoteles tienen interruptores por todos los sitios pero ninguno es el que quieres que apague o encienda la luz deseada!.

La abandoné un segundo y fue ella quien se situó delante del espejo de cuerpo entero y atusó su pelo como una gata.
La cogí por detrás apoyando mi polla todavía encerrada en su celda, pero notoriamente presente en su culo, ¡vaya culo!. Mientras mi mano cogía su cabeza y besaba y comía el lóbulo ensortijado de su oreja.
Ella viendo me que podía clavar algo en la lengua y con un movimiento milimetradamente sexy se quitó los pendientes para dejarme comer su lóbulo mientras mis manos recorrían su pecho y su frontal como un ciego trata de reconocer las formas. Formas voluptuosas y prietas.
-¿Quieres que te enseñe algo?- me preguntó
 Y, ¡cómo iba a negarme a que me enseñara algo, por dios!, si lo quería ver toooodo.
Pero cual fue mi sorpresa que con la diestra y metiéndola en la maleta que tenía abierta al lado, sobre una mesita de esas apoya maletas, sacó un consolador eléctrico de esos con dos cuernitos, la polla principal bastante gruesa y una mini pollita con lengüeta vibradora al final mientras me decía:
- Ves, ¿cómo soy una mujer moderna que vengo preparada para todo?
-  Yo ya me lo creo todo- le respondí sin salir de mi asombro.
-         Túmbate- me ordenó mientras me empujaba en la cama en posición de cúbito supino.

Y comenzó un juego para mí. Un juego de pasar aquel juguetito por su cuerpo y luego llevarlo a mi boca. Al tiempo me iba desnudando y rozaba con el consolador humedecido en mi boca su prieta piel.
No podía disimular sus miradas a mi polla encerrada en el pantalón y sugirió:
- Ponte cómodo, ¿no?
Dicho y echo, lo más breve que pude me quedé sobre la cama liberado de mi ropa excepto por la camisa.


6.

Allí estaba ella, tumbada de costado mirándome con una sonrisa maliciosa. Sostenía con una mano su curioso juguetito. Con su actitud me lo decía todo.
Me quedé asombrado. A pesar de su edad, lucía un sugerente conjunto de lencería color chocolate con destellos dorados.

Me acerqué a ella sin decir nada y casi abalanzándome puse mis manos sobre sus enormes pechos. Mis manos son grandes pero sus pechos lo eran mucho más. Las deslicé sobre su sujetador y con muchas maniobras pude deshacerme de él.
Sus enormes pechos quedaron libres debajo de mi cuerpo.
-ummm, deliciosos- le susurré mientras me acercaba a ellos.

Ver aquellos pechos y pensar que eran para mí, que podía disfrutar de ellos a mi antojo, me producía un gran morbo y una más que notable excitación.

La empujé suavemente para quedarme encima de ella y como quien tiene algo muy deseado delante, me abalancé y agarré sus pechos entre mis manos. Los junté y hundí mi cara en ellos. Me separé lo justo para comenzar a chupar sus enormes y marrones pezones. Despuntaban anunciando su excitación.
Sus jadeos no tardaron en llegar.
Creí volverme loco. Primero chupaba uno y llevado por una excitación y una locura desconocida, chupaba el otro. En cada chupada los juntaba y los apretaba más. Yo me movía cada vez más rápido y sus pezones enseguida se pusieron duros como piedras.
Ella jadeaba sin remilgos y sus manos se posaron en mi cabeza. Me apretaba hacía sus pechos como si no quisiera que me fuera de allí. Yo disfrutaba pero mi entrepierna comenzaba a darme problemas. Debía controlarme o me correría enseguida, dejándome en el más puro ridículo.

Me separé un poco y respiré profundamente para controlarme. Me acerqué a su oído y le susurré:
-         Eres una mujer espectacular, una cajita llena de sorpresas, me encantas y me vuelves loco-

Ella apenas podía hablar, solo jadeaba y emitía unos sonidos guturales que me hacían pensar que estaba a punto de tener un orgasmo. Un orgasmo con tan solo comer sus enormes y deliciosos pezones... ¡Joder, era alucinante!. Jamás en la vida  había conocido una mujer como ella. No estaba dispuesto a desaprovechar esa oportunidad de ver como se corría con tan solo comer o tocar sus pezones y sus pechos.
Me agaché y metí dos de mis dedos en su boca. Humedecidos agarré un pezón y comencé a estrujarlo entre mis dedos.
De ella tan solo oí:
-         Así.... así... más.... más....

Estaba sorprendido y a la vez me alegraba de saber que había acertado en mi deducción, pero esa no iba a ser la única sorpresa de la noche...

Continué apretando mis dedos en sus pezones mientras su respiración se agitaba cada vez más hasta que un grito y las convulsiones de su cuerpo voluminoso, me hicieron comprender que ella había llegado al orgasmo.

Respiraba agitadamente y poco a poco se fue normalizando.

Estiró la mano y me enseñó el juguetito insinuándome:
-         La noche y el juego acaba de empezar, ¿no crees Juan?
-         Lo que tu quieras mi querida Mari Luz-  le respondí mientras me acercaba a su braga con intención de bajársela.

Me incliné y bajé con cuidado sus bragas. Delante de mí apareció un pubis con vello pero muy recortado, desde luego Mari Luz no dejaba de sorprenderme.
Abrió las piernas. Era indicación de que estaba dispuesta para mí. Algo llamó mi atención y movido por mi curiosidad me acerqué para verlo mejor.
En ese momento me llevé la segunda y última sorpresa de la noche. No daba crédito a lo que veían mis ojos.
Mari Luz se incorporó y jocosamente me dijo:
-         No muerde...

Claro que no mordía... pero bufff... ¡jamás en mi vida había visto nada igual!

-         Ahora supongo que entenderás lo del juguetito- me contestó divertida como si adivinara mis pensamientos.

Agarró mi mano adelantándose a mis acciones, pero que yo por temor no me atrevía a tocar y la dejó en su gran coño.
-         ¡Toca, toca... sin miedo Juan!-
Ya,  sin miedo pero... ¡joder, sorprendido!. ¿Qué era aquello?... bueno, sí estaba claro... pero... Al principio esa visión me desconcertó y bajó mi excitación. Pero sentir su humedad, su calor activó de nuevo el chip y mi pene se puso morcillón.
Pasé mis dedos por sus labios y sin pensar dos veces movido por la curiosidad introduje primero un dedo, luego otro y otro... pero ni tres tocaba sus paredes, así que con cautela introduje mi mano... ¡joder que sensación!
Mientras tanto las hábiles manos de Mari Luz comenzaron a manosear mi pene respondiendo a sus expertas caricias. Estaba con una gran erección cuando ella me enseñó su juguetito y me dijo:
-         Déjate llevar y juguemos-
Se tumbó en la cama y muy diestramente se metió el consolador. Me indicó que me tumbara encima de ella y  que le metiera mi pene junto con el consolador. La postura era algo rara, pero se notaba que la tenía practicada.
Comencé a moverme pensando en sus enormes pechos y sintiendo el consolador en mi pene aumenté el ritmo. La excitación crecía y mi pene con cada sacudida se ponía más duro. Ella comenzaba a jadear y se movía. Su imagen acompasando mis movimientos, me hizo enloquecer.  Empujé y cuando su cuerpo comenzó convulsionarse y sus jadeos se convirtieron en un sonoro grito, ella culminó el orgasmo. Cuando sentí que había llegado, continué mis embestidas. Grité al llegar al mío. La miré sorprendido mientras recuperaba la normalidad en mi respiración.

Aquella noche fue increíble. Tras ese juego, vinieron muchos más. Caímos rendidos en la cama cuando el sol comenzaba  a despuntar.
Nunca pensé que en ese viaje descubriera la otra cara de la madurez... un morbo diferente. Por suerte de vuelta a casa me llevé grabado en mi móvil su número de teléfono.

Fin

 Autores: Truhán, Selene y La Dama de las Tentaciones.




















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