21 febrero 2013

Solo amigos


ESTA SEMANA OS PROPONEMOS 
EL RELATO DE UNA DE NUESTRAS SEGUIDORAS:





"Sólo amigos"


Mientras todos mis amigos veían la película de terror que habíamos rentado, yo solamente podía concentrarme en su sonrisa sensual, varonil y picaresca. Luke era mi mejor amigo desde que tenía memoria. Habíamos estudiado juntos la primaria, secundaria y la prepa, y ahora que era toda una profesionista hecha y derecha, comunicóloga para ser precisos, continuaba fielmente a mi lado... Y a lado de su actual adquisición: “La estúpida sin sesos número cuarenta y cinco, y contando”.
No toleraba a la tipa. Me sacaba de mis casillas con más facilidad que un niño malcriado y latoso que cuestiona todo. Era sumamente delgada y de cuerpo espectacular, eso tenía que reconocerlo. Rubia, de ojos azules y senos y glúteos firmes y musculosos, todo un cliché, ah, ¡y cómo le encantaban a Luke los clichés! No obstante, lo que le sobraba de hermosura le faltaba de inteligencia. Mi amigo disfrutaba de ser el amo y señor de sus mujeres. Como todo buen macho, detestaba que una chica le retara o demostrara saber mucho más que él. Yo era una de esas chicas. Eso me convertía en la mejor de todas, según decía, para conversar y realmente ser amiga, hermana, pero la peor candidata como pareja. Tal vez tenía razón. No había tenido novio desde hacía un año. Era una persona bastante solitaria y con el único hombre que me sentía realmente cómoda era con Luke. Me hacía reír con sus deliciosos sarcasmos y me consolaba en las penas diligentemente, aunque siempre termináramos discutiendo por quien tenía la razón en cualquier tontería.
Uno de nuestros temas intocables era la ideología política. Una vez que las palabras: partido, capitalismo, socialismo, globalización o presidente se atravesaban en nuestro camino, lo mejor era seguir de largo con alguna discusión sin sentido de "¿cómo le gusta hacer el amor a Luke?", o en su defecto, "¿cuánto tiempo hace que Kay no lo hace?" Ésa era su favorita; no puedo decir que la mía también, ya que llevaba en un periodo de sequía más largo de lo que me gustaba admitir.
Le adoraba profundamente y, ahora que éramos adultos, me parecía que su magnetismo me arrastraba cada día más. Sus interesantes puntos de vista, su gran corazón para con los desvalidos, a quienes ayudaba a través de su programa de radio,  y la magnificencia con que exponía sus filosofías,  resultaban exquisitos. Me atraía tanto como el hierro al rayo, lo cual era muy inconveniente para nuestra amistad, así que me limitaba a admirarle a lo lejos y dejar las cosas ser lo que eran, porque no quería perderlo. Moriría sin él.
Aquella noche, Luke dejaría a Carly en su dormitorio de la fraternidad (de nuevo, cliché), y pasaría a botarme a la casa que recién había adquirido. Era el sitio de encuentro para nuestras interminables tertulias. No deseaba irse a su departamento porque odiaba estar solo, así que decidimos compartir una botella de vino o dos.
Platicábamos de nuestros encuentros amorosos no mutuos y compartíamos risas.

-Deberíamos darle una medalla a aquel último tipo que se acostó contigo, ¿cómo se llamaba? ¿Daniel "gimo tu nombre al correrme?" ¡Jajajá! Ése pobre incauto me ha causado más risa que cualquiera de los falsos orgasmos de mi compañera de cuarto en la universidad -mofó.
-¡Hey! La que se debería llevar una medalla por tener sexo con él soy yo. ¡Ésa manera de moverse como chiquillo virgen de secundaria era terrible! Pero juro que no me molestaría sentir su peso encima de mi cuerpo ahora. Estoy tan deseosa que hasta al cajero del supermercado le guiñé el ojo -fruncí los labios un tanto avergonzada.
-¡Jajajá! ¡Asco! No tienes remedio. Lo que necesitas es a alguien que te haga sentir como jamás te has sentido. Que te prenda hasta la última de las terminales nerviosas y te deje tan adolorida, que no puedas andar por una semana -arqueó la ceja.
-¿Una semana? Al paso que voy, el primero que me tome es el que va a estar sin andar por un mes -exagerado, pero real. Reí.
-Lo dudo. ¿Qué tan buena resultaría una socialista utópica como tú? -Cuestionó para provocarme.
-No voy a caer en tu juego -el alcohol comenzaba a calentarme la sangre. Si continuaba dándole rienda a mis impulsos, iba a caer irremediablemente en un abismo sin fondo llamado "incomodidad post-coito con mi mejor amigo". No podía permitirme dejarme llevar por mis deseos más obscuros.
-Ése no es el tipo de juegos que me gusta jugar -esbozó una sonrisa de suficiencia.
-Conozco tus juegos a la perfección. Sueles ser bastante detallista al describirlos  -fruncí el entrecejo.
-Vamos, preciosa. No te pongas celosa -me acarició la barbilla suavemente con las yemas de los dedos-. Todas las mujeres con las que he estado no se comparan contigo en lo más mínimo. Eres la única a la que amo –sonrió con esa perfecta sonrisa de dientes de porcelana.
No me ames tanto y mejor tómame -gritaba mi cerebro. Se veía increíblemente sensual con esos jeans desgastados y su camisa blanca en cuello "v". Solía usar zapatos deportivos o sandalias. Ante todo, prefería su comodidad. Físicamente era muy alto y de nariz afilada. Su barbilla fuerte le hacía parecer el clásico chico rebelde, más todavía por los vellos que le crecían desordenados en el hermoso rostro.
-Gracias por tanto amor -le guiñé el ojo y fingí una sonrisa. ¿Por qué no podía ser mío? -Si fueras un verdadero amigo, me harías el favor de terminar con mi miseria -¡Diablos! ¿En verdad había dicho eso? Toda la sangre se me subió a las mejillas, ruborizándome. Obviamente se percató de esto y aprovecho para hacerte sentir lo mas incómoda posible. Una de sus tretas favoritas.
-Así que, ¿te gustaría probar un poco de lo que tengo para ofrecer? -Se puso de pie y se acercó a mí. Las piernas comenzaron a temblarme y tragué saliva. Su cercanía me ponía sumamente nerviosa. El poder que tenía sobre mí era inmenso. Quedó a centímetros de mis labios y luego fue rozando mi mejilla con la nariz hasta llegar al lóbulo de mi oreja. Me ericé y solté un leve quejido. Él olisqueó mi cuello-. Tu aroma es intoxicante -regresó a mis labios, clavando sus pupilas penetrantes en mi faz. Justo cuando me acerque lo suficiente para sentir la suavidad de su boca, se separo de golpe y soltó la carcajada.
-¡Jajajá! ¡Guau! ¡Vaya que te urge un hombre! Mira que verme de forma tan apasionada solamente por proximidad –mofó divertidísimo. Quise asesinarlo.
-¡Eres un idiota! -Me paré y le empujé hasta tirarle en el mueble de piel negro de mi sala. Me dirigí al refrigerador y abrí la segunda botella de vino, tirando el corcho en el lavabo, furiosa.
-No te pongas así, preciosa. Siempre he jugado contigo y nunca te has molestado tanto.
-Estoy cansada de juegos, Lu. Será mejor que te vayas a casa -empiné la botella, tomándome un cuarto de ella de golpe.
-¿No pensarás en serio dejarme solo? Me quedaré como siempre, en tu sofá. Mañana estarás matando porque te cocine unos waffles.
-Es en serio, Luke. Quiero que te vayas -ordené. Mi mirada se tornó seria. La sangre me ardía por la furia contenida durante tanto tiempo. Un poco más e iba a explotar, por eso necesitaba alejarme de él unos instantes.
-Kay, por favor, perdóname. No quise ofenderte -se acercó a abrazarme fuertemente y le volví a empujar.
-Que te vayas he dicho.
-¿Cuál es tu problema? -Exclamó-. En serio necesitas un hombre.
Sentí como las palabras se atiborraban en mi boca sin poder evitar que estallaran.
-¡Te necesito a ti, maldita sea! ¡Te deseo a ti! ¡¿Cómo es posible que después de todos estos años no te dieras cuenta?! ¡Estúpido insensible! Todo lo que tienes de inteligente lo tienes de neófito en cuestiones de amor. Tus relaciones son tan patéticas como tú, y ni hablar de tus descerebradas. Tienes terror de estar con una mujer verdadera y por eso te reduces a una piltrafa –la verborrea me había hecho su presa. Luke me miraba fijamente con los ojos desorbitados. Creo que todavía no asimilaba lo que sucedía. Se quedó en silencio por varios minutos y después dijo:
-Tienes razón, es mejor que me vaya -tomó su abrigo y salió. No me podía quedar así. Esta vez no sería el que tuviera la última palabra.
Salí a buscarle y le detuve del brazo. La calle estaba desierta. Eran aproximadamente las cuatro de la mañana.
-No me vas a dejar con la palabra en la boca -musité.
-Es mejor que te guardes tus opiniones para ti. No estas siendo coherente, es el alcohol el que habla -desdeñó.
-¿Por qué te empeñas en rechazarme? ¿Acaso no soy mujer suficiente para ti y tus pretensiones? -Inquirí furiosa.
-¡Eres demasiada mujer para cualquiera! -Gritó sulfurado-. Hablas de mis relaciones como algo patético y no miras lo que hay detrás de ti. ¡No duras más de un año con ningún hombre porque es imposible seguirte el paso! Te fascina retarles, manejarles y sacarles hasta la última gota de paciencia. No soy uno de tus pusilánimes amiguitos. Estás equivocada si piensas que me dejaré manipular por tus caprichitos de escuincla mimada. Nada de lo que hagas me interesa. Sigue con tu vida y déjame vivir la mía como me plazca –se volteó hacia el auto. Le tomé del brazo y le obligué a mirarme.
-Si no te interesa lo que haga, ¿por qué sacaste de tu departamento a John cuando era mi novio? ¿Por  qué cada que me ves con alguien, te nace la urgencia de salir conmigo y acaparar mi atención con tus relatos de fallidos intentos para tener una verdadera relación, llorando porque una de tus descerebradas resulto más astuta que tú y huyó de ti cuando debía?
-¡Jamás he hecho tal cosa! -Bajó el rostro por unos segundos.
-¡Claro que sí! Incluso lloraste cuando Rizo te abandonó.
-Estaba totalmente ebrio. No cuenta -intentó justificarse sin éxito.
-¡Eso es lo más tonto que me has dicho! Y no has respondido a mi pregunta. Si no quieres nada conmigo, ¿por qué siempre me buscas y quieres mi atención?
-¡Porque te amo! –Exclamó enardecido-. ¡Mierda! ¡¿Estas satisfecha?! -Gritó estrellando un puño contra el capirote de su auto. Me dio la espalda, tomando con una palma la manija de la puerta del Accord plateado y llevándose la otra al cabello lacio y negro. Bajo el rostro, lleno de frustración, como si lo que dijo significara su perdición. Mientras tanto, yo no podía creer lo que había escuchado. Me quedé boquiabierta y muerta de frio, ya que llevaba una sport negra y mi pantalón de mezclilla favorito y entallado, sin zapatos.
-No era necesario darme por mi lado -murmuré. Ya no tenía fuerza para discutir. Me había desarmado.
-Hazme el favor de callarte, señorita “sabelotodo” -respondió en un susurro y, separándose bruscamente del carro, se volteó para aprisionarme contra la reja que dividía mi casa de la calle. Estampó sus labios ardientes en los míos, acallando mis ansias. Su lengua se abrió camino en mi boca, dibujando círculos intensos y húmedos que provocaron el aceleramiento de mi corazón. Sus besos eran apremiantes y desquiciados. Sus manos se movían sin sentido, apresuradas por tocarme, por grabar en ellas hasta el más mínimo recoveco de mi cuerpo. Yo no actuaba de forma más coherente. Tenía demasiada urgencia de sí. Las luces de un auto nos alumbraron y él se detuvo lo suficiente para mirarme y percatarse de que nos encontrábamos al descubierto, en plena calle. Sus pupilas se dirigieron a mi rostro y los dos supimos que nada nos detendría. Ni siquiera el hecho de que alguna patrulla de policía nos pudiera descubrir.
Sin separarse de mí, me llevo hacia un lado de la casa, donde el terreno estaba vacío y era pequeño, aunque siempre al descubierto. Sin cuidado alguno, continuó besándome. Eran demasiados años de pasión contenida desatándose en unos minutos. Me besaba el cuello, enredando una de sus manos en mi larga cabellera y aferrando la otra a uno de mis senos. Mi respiración se tornó pesada y me faltaba el aire, pero quería perderme en la locura que suponía la calidez de su piel en la mía. Empujaba sus caderas contra las mías, haciéndome sentir el esplendor de su erección. Su miembro firme y excitado me provocaba, y mi sexo humedecido se prendía cada vez más.
-No sabes por cuánto tiempo te deseé susurró-. Mis labios siempre quisieron saborearte. Eres tan deliciosa como imaginaba.
Gemí y continué besándole. No podía hablar. Luke se abrió paso entre mis pantalones y metió la mano en mi entrepierna. Al sentirme, abrió las pupilas sorprendido y divertido.
-Estás sumamente mojada -susurró-. Me alegra tanto que nadie te haya penetrado en este tiempo. No podía soportar que un estúpido más te pusiera una mano encima -dijo mientras adentraba sus dedos índice y medio en mí. Con el pulgar jugaba mi clítoris, acercándome cada vez más al borde de un orgasmo prematuro.
-Vamos, preciosa. Suéltate más, sé que puedes –murmuró redoblando sus esfuerzos-. Me lo has dicho.
-Harás que me termine –jadeé sin control. No podía amedrentar el calor que emanaba mi entrepierna. Sentía estar hirviendo.
-Eso es justamente lo que deseo -continuó ansioso, observando mi rostro desdibujarse en placer. El peligro de que alguien saliera y nos viera solamente añadía más intensidad a nuestro delirio.
-Vente, córrete en mi mano. Lo deseo -rozaba las paredes de mi vagina con vehemencia y no soltaba mi seno, tirando de mi pezón con desenfreno. Metía y sacaba los dedos hasta hacerme perder la razón, deteniéndose cuando estaba a punto de llegar al clímax, torturándome. Cuando su dedo pulgar presionó ligeramente mi clítoris y su miembro quedó pegado a mi vientre, exploté en un orgasmo delicioso, temblando, evidenciando mi cansancio y deleite. Mis piernas flaquearon. Pensé que caería pero me sostuvo fuertemente. Creí tontamente que ya habíamos acabado, que en ése instante querría irse, pero estaba equivocada.
Sacó la mano y se la llevo a sus labios.
-Sabes dulce, muy dulce -me besó para que probara mi sabor. Jadeé y logré incorporarme.
-Si quieres irte ya, entenderé... –susurré.
Se rió y volvió a besarme.
-¿Y que hay de mí? ¿No pensarás que me dejarás con este problema? -Tomó mi mano y la puso en su erección, que no perdía furor.
Metió mi mano a su pantalón, haciéndome sentir la suavidad de la piel que rodeaba su miembro viril. Una pareja pasó junto a nosotros caminando. Al percatarse de lo que ocurría, nos miraron con recelo. Luke me besó con más fuerza, mordiendo mi labio inferior y desabrochándome los jeans con rudeza animal. La pareja se asusto y aceleró el paso para salir de ahí. Reímos.
Él hizo que me bajara hasta la altura de su cintura y colocó su sexo en mis labios.
-Quiero sentir la humedad de tu boca.
Su dureza me placía. Succionaba ligeramente, percibiendo lo tremendo de su excitación. Jadeaba y sujetaba mi cabello hasta que dolía. No me molestaba la presión que ejercía sobre mí. Mi necesidad de ser dominada por él era apremiante.
-Quiero sentirte ya -me levantó de golpe y me bajó los jeans junto con las bragas, volteándome y haciendo que me inclinara hacia adelante, levantando levemente el trasero mientras lo masajeaba con ambas manos. Tomándome de los hombros, introdujo su virilidad en mí. Se percibía tan duro que me llenaba. No pude evitar gritar y Luke puso su palma en mi boca para callarme.
Me penetraba pausadamente pero con fuerza. Jaló mi cabello y me mordió el cuello por debajo de la oreja. No quitaba la mano de mi boca. Comenzaba a sofocarme. Me dejé gustosa por la excitación tremenda. Al notar que me desvanecía, me soltó y me pregunto:
-¿Has tenido suficiente?
-No –gemí-. Deseo todo, todo –respondí en un susurro.
Me penetró con más fiereza, adentrándose hondamente, mientras mis glúteos golpeaban contra él.
-Tienes las nalgas firmes y deliciosas. Me encantan. Toda tú me encantas.
-Sigue follándome, por favor. Sigue -rogué. Sentía el peso de su cuerpo en mi espalda. Continuó tirando de mi cabello y dándome palmadas en las nalgas. El frio se evaporó en lo caliente de nuestro idilio.
-Voy a vaciarme en tus nalgas, pero quiero que me bañes con tu líquido. Hazlo. Dámelo todo -llevó su mano a mi vientre y presiono la parte baja. Su calor me envolvía. Pronto, mas pronto de lo que esperaba, llegue al clímax de lo que fue una noche abrasadora con el único hombre al que amaba en realidad. Él se corrió casi al mismo tiempo que yo, gimiendo mi nombre sin poder evitarlo. Sonreí ante el recuerdo de lo que habíamos platicado horas antes, mofándome en mis adentros de su comentario.
Una vez que todo acabó, se quitó la camisa para limpiarme y la tiró en el bote que teníamos a nuestro costado. Se erizó porque el frio comenzó a meterse de nuevo en sus poros debido a mi falta de cercanía. Le abracé, temiendo que quisiera alejarse de mí para siempre. Le conocía bien. Temía al compromiso tanto como a la muerte. Inhalé su aroma a madera y frutas, apoyando ligeramente la cabeza en su hombro. El quedó inmóvil unos instantes que me parecieron eternos. Me volvía loca la idea de nunca volver a verle, pero debía dejarle libre para saber si en realidad era mío, así que le solté. Le mire unos segundos y el agacho la mirada. Me giré en redondo y caminé hacia la entrada de la casa.
-Te quiero. No importa que suceda, siempre te querré –dije en un murmullo.
Trabó la mandíbula, guardando palabras que no quería pronunciar. Entré a la casa sintiéndome todavía mareada, y entre lágrimas, completamente desnuda, me dormí.

Al día siguiente, el golpeteo de la puerta me despertó. Eran golpes desesperados y contundentes. Me puse una bata y abrí la puerta. Llovía torrencialmente. Era él. Tenía los ojos hinchados y un brillo de angustia dibujado en el rostro.
Sus palmas estaban posadas en las orillas de la puerta, y su hermoso cabello negro caía sobre su cabeza gacha. Levantó la mirada. El agua le había empapado.
-Vas a enfermarte, tonto –regañé, aunque mi corazón delataba con cada latido la emoción que me embargaba la tenerlo frente a mí-. ¿Qué haces aquí? -Cuestioné haciéndome a un lado para que pasara. No se movió-. ¡Entra, Luke! -Exclamé desesperada. Me preocupaba sobremanera que se enfermara.
-No sin que antes me asegures que no te he perdido para siempre -respondió angustiado. Sonreí.
-Jamás me perderás -me tiré a sus brazos, sintiendo las gotas de lluvia derramarse en todo mi cuerpo. Sin soltarme, me llevó dentro de la casa y soltó el amarre de mi bata,  separándome de sí para contemplarme. Esbozó una sonrisa completa.
-Eres increíblemente hermosa.
-Lo dices porque me amas -levanté una ceja.
-Tengo que admitir que así es -me tiró en el mueble, despojándose de sus ropas en un santiamén. Besó mis senos y comencé a reír.
-¿Qué te causa tanta gracia, tontuela? -Inquirió enarcando la ceja.
-Deberían darme una medalla por acostarme con el tipo de ayer. Creo que se llamaba "Luke, gimo tu nombre al correrme" -carcajeé.
-Nunca te "acostaste" con él -me besó la barbilla y nos perdimos de nuevo en la pasión desenfrenada de nuestros cuerpos hambrientos.

Autora: Maríela Villegas (Mexico).





3 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por publicar mi relato. Espero sinceramente que las personas del blog lo disfruten y estaré en contacto para mandarles más de mis historias. Un gran beso, fans del club del erotismo. Mariela Villegas R.

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    1. Marielah, gracias a ti por compartir nuestra afición. Y que sepas que estamos encantados de recibir mas relatos tan increibles como el tuyo.
      Le acabamos de poner música. Esperamos sea de tu agrado. Y en próximas ocasiones que esperamos sean pronto, puedes aconsejarnos con tu sugerencia musical y si es posible la compañeremos de la misma.
      Gracias Marielah

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  2. Muchas gracias, será un honor. Les enviaré otro relato que tengo por ahí, aunque es bastante distinto a este y con una elección musical. Son un amor chicas. Mil besos y bendiciones desde mi mundo.

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