Pintura de: Miguel Angel Gutierrez |
Madurez
1.
En la recepción del hotel esperaba a Mari luz,
mientras miraba a través de la cristalera y veía pasar la marabunta de gente
que salía de la estación de Sans en Barcelona.
Mari Luz era una compañera de trabajo. Ambos éramos
funcionarios de justicia que aunque de distintos juzgados, debido al proceso de
renovación e informatización del citado ministerio, habíamos sido enviados a un
curso de formación a Barcelona.
Yo tenía cuarenta y cinco años y ella debía tener
unos cincuenta y tantos. Y digo “debía”, porque aunque lógicamente nos
conocíamos ya de hace años como compañeros de trabajo, no había una relación
directa.
Básicamente coincidíamos a la hora del café en el
mismo bar, pero ella con su grupo de amigas de trabajo y yo con el mío.
Mari Luz era mayor que yo, pero era una mujer
interesante. Casada y sin hijos. Siempre muy preparada y arreglada. Entrada en
kilos pero bien llevados. Era como las divas de antes, la “loren”, la
“garbo”...
Afamada por sus viajes de vacaciones, que según
rumores, preparaba a conciencia y había recorrido medio mundo.
Yo era más vulgar, mujer un hijo y no demasiado
amigo de viajes. Vamos el típico funcionario acomodado. Ni gordo ni delgado,
alto de uno ochenta y tirando a corpulento. Abogado de formación y secretario
de juzgado de profesión.
Habíamos llegado una hora antes y quedamos en la
recepción para cenar algo antes de ir dormir.
El cristal con el contraluz de la oscurecida noche
de una tarde de invierno, reflejaba el interior del hall del hotel. Y fue como
vi a Mari Luz salir del ascensor…muy guapa, elegante, chaqueta negra ceñida a
la cintura, una cintura estrecha ante unas enormes caderas embutidas en un
pantalón negro también que disimulaba con su color la tremenda dimensión de
aquella cadera. Pelo en melenita corta de mechas rubias ceniza. Y gafas, de
esas de pasta, negras y de corte rectangular y cadenita. Cadenilla de esas que
pasan entre patilla y patilla por detrás del cuello. Parecía una elegante
bibliotecaria.
Yo había bajado más informal, chaqueta de pana
marrón y coderas, camisa a cuadros beis, marrones y negros. Pantalón pitillo
loneta negro y de botones, odiaba las cremalleras... una mala y comprometida
experiencia de chaval me hizo odiar las cremalleras para siempre.
Me giré y la saludé...
- Aquí Mari Luz, - estoy aquí, insinué con mi mano
destacándome entre la gente del hall del hotel.
Ella se dirigió hacia mí.
-¡ Hola Juan!, ¿ llevas mucho tiempo esperando?
- No, acabo de llegar, no te preocupes.
-¿Qué hacemos? ¿Dónde cenamos?
- Pues no tengo ni idea. Que te parece si cenamos
algo en el hotel y luego si es el caso nos damos una vuelta por la manzana para
bajar la cena antes de ir a dormir.
-Vale, me parece bien, además yo no suelo cenar
mucho…
Buscamos el restaurante del hotel, que estaba casi
vacío y nos acomodaron rápidamente en una mesa para dos muy bonita y
apartadita, como entre unos biombos, que le daban cierta intimidad. No sé que
impresión les habríamos dado pero...
Nos sentamos enfrentados y parecíamos una pareja más
que compañeros de trabajo pero tampoco lo habíamos elegido así…
Pedimos algo para picar a medias y una botella de
vino tinto.
Al principio la conversación fue un tanto forzada y
de ascensor, que sí el tiempo, que sí el trabajo, que sí los años… pero el vinillo
y lo exiguo del picoteo, platos muy decorados pero lo que se dice comer “nada”,
hizo que nuestras lenguas fueran cogiendo confianza, soltura y desparpajo.
Un tema suscitó sobremanera su interés cuando le
pregunté por su último viaje.
- A Tailandia. Hemos estado mi marido y yo quince
días hace un mes.
- ¡Ah en Tailandia ehh!... yo estuve allí cuando me
casé.
- Es un país precioso y seductor, ¿no?, a nosotros nos encantó
Y la conversación giró entorno al exótico país
durante un largo rato, que sí el “chaopraya”, los templos, los Budas y el pato frito
-¿Estuvisteis en Pataya?. - me preguntó
- Sí, aunque mala idea para un viaje de recién
casado,¿ no crees?
- ¿Pues?
- Hombre, allí hay un puterio tremendo y las mujeres
que son como niñas, están que se te cae la baba y encima las insinuaciones como
cliente, ¡joderrrr!, que vamos, que no lo recomiendo yo como recién casado y
con tu mujer, definitivamente no…jejejeje
- Jajaja, ¡que diferentes se ven las cosas con la
edad!, ¿ehh?. A nosotros nos pasaba igual hasta el punto de que le sugerí a
Miguel que si quería probar con una de aquellas tailandesas…
Me quedé
“ojoplatico” con la afirmación, tal fue que se hizo un pequeño silencio, y...
- Mira Mari
Luz, eso no te lo crees ni tú…- aseveré con tono burlón.
-¿Pues?, - dijo sorprendida
- Porque las mujeres no sois así, no te jode
- Bueno, de que te crees que me voy a escandalizar
después de treinta y cinco años de matrimonio.
- No sé, pero te repito que eso no te lo crees ni
tu.
2.
-
¿No me crees una mujer con una mentalidad abierta como para sugerir una
situación como esa? – me preguntó mientras terminaba su copa.
-
¿Más vino Mari Luz?
-
Por supuesto Juan, que la noche aún es joven.
-
Pues no. Te repito que no me creo que le sugirieses a Miguel algo así. Y
aunque no le conozco dudo mucho que aceptase tu sugerente invitación. –
contesté a su pregunta tras llenarle la copa.
- Pues te equivocas querido colega- me
replicó justamente cuando llegaba el camarero preguntándonos por el postre que íbamos
a tomar.
-
No gracias. Si a mi compañero le parece bien iremos a tomarnos una copa
a la zona del bar.
Yo asentí y añadí a su respuesta:
-
Aceptaré encantado, con la condición de que me cuentes que pasó
realmente en ese viaje.
-
Me parece perfecto. Traigamos la cuenta por favor…
Mari Luz se levantó primero y fue al baño
mientras yo me adelanté a esperarla en el bar.
Elegí una zona muy tranquila y apartada
de la barra, donde había un grupo de gente grande y escandalosa. Quería un
lugar “íntimo” para poder centrarme en la historia que Mari Luz me había
prometido.
No tardó más de cinco minutos en reunirse
conmigo pero al verla llegar la noté distinta. Se había retocado el maquillaje
y arreglado el pelo, estaba más informal, aún llevando aquel traje de chaqueta
negro. Además pude comprobar, y muy gustosamente por cierto, que se había
desabrochado la chaqueta dejando ver un top color crema con unas puntillitas
negras que le resaltaban el escote e incluso le transparentaban el sujetador.
¡Quién lo iba a decir!, debajo de tanto
traje se escondía un cuerpazo que estaba pidiendo ser admirado.
Nos sentamos y pedimos. Ella bebía un
martini de esos que les gusta pedir a las féminas con la aceitunita y yo un
whisky con hielo. Los dos nos quedamos mirando al grupo que acaparaba el bar e
hicimos algunos comentarios. Después de unos minutos que nos ayudaron a
relajarnos comencé con el interrogatorio:
-
No nos desviemos del tema que nos ocupa querida Mari Luz, estoy deseando
oír esa historia en la que andábamos en la cena.
-
Jejeje, ¿parece que he despertado tu interés querido colega?.
-
Pues sí, y mucho, aunque sigo pensando que me estás vacilando, jajajaja.
-
Nada más lejos de mi intención. Fue un comentario que venía acorde con
la conversación, el resto anda en tu cabeza dando vueltas y aumentando la
intriga por conocer de los detalles. ¿O acaso me equivoco?....
-
Pues no, no te equivocas. Es cierto que nuestra mentalidad masculina va
más rápida en este tipo de temas. Pero no te andes por las ramas, ¡cuéntame que
pasó!.
-
Jejeje, esta bien alimentaré tu curiosidad con gusto.
A Miguel mi proposición le pareció
escandalosa….
-
Jajajaja, eso decía él – interrumpí para puntualizar con mi impresión.
- Eso mismo pensaba yo. No acepto el
abuso que hay de las niñas en este tipo de países y me parece una aberración,
pero sin embargo, hay mujeres que parecen auténticas muñequitas que tienen
suficiente edad para ejercer la prostitución y son muy llamativas a los ojos de
algunos hombres.
-
¡Ajaaa!, entiendo- volví a añadir.
-
Resumiendo, la respuesta de Miguel fue un rotundo no, pero yo sabía que
le atraía mucho la idea de estar con una chica asiática y mucho más joven que
él.
-
Ves, lo sabía, al final no había historia que contar …
-
No me interrumpas más y sé paciente porque nuestro viaje
acababa de empezar….
El tercer día nos fuimos de turismo, no
es muy usual porque andar por la ciudad es bastante peligroso para los
extranjeros, sobretodo si no van acompañados, pero el hotel organizó una salida
tipo circuito a las playas de Phuket desde Bangkov. Haríamos noche en uno de
los hoteles de la cadena donde estábamos hospedados y la idea era disfrutar de
sus playas paradisíacas.
Salimos temprano y el viaje me pareció
muy largo pero desde luego mereció la pena. Las playas de aquella zona eran
espectaculares, eran auténticas postales, me recordaban a los fondos de
escritorio que mucha gente usaba en sus ordenadores pero la belleza y olor a
mar eran completamente reales y asombrosos. Disfrutamos de un día entre la
arena fina y dorada, tostándonos ante el potente sol y en el hotel nos
recibieron con una suculenta comida típica del país. En fin…entre una cosa y
otra acabamos reventados y nos estaba haciendo falta una cabezadita antes de la
cena, así que nos retiramos a descansar.
Tras un ratito descansando, me
despertaron unas risas que entraban por el balcón y me levanté a cotillear.
Miguel seguía profundamente dormido había estaba buceando y estaba agotado. Ya
estaba atardeciendo y la temperatura era perfecta, al asomarme pude contemplar
una luna llena que parecía más cercana a la tierra. Nunca había visto algo así.
Las risas venían de un grupito de chicas asiáticas, iban muy arregladas, con
vestidos largos de fiesta, bien aseadas y maquilladas. Me entró la curiosidad
así que bajé para observarlas mejor y ver si me enteraba de algo.
-
La curiosidad femenina, jejeje- dije con voz burlona.
-
Sí, jeje, confieso que soy bastante curiosa aunque no cotilla, ni
indiscreta. Creo que necesito otro martini hasta de continuar, jejeje.
-
Eso está hecho. ¡Camarero!
Continuamos. Bajé hasta la terraza de la
piscina donde las chicas se encontraban, eran muy jovencitas, pero no niñas, la
menor no creo que tuviese más de dieciséis años y la mayor dudo que llegase a
los dieciocho. En aquel país con esos años ya no se las considera niñas y por
lo general esa es la edad propia para mantener relaciones sin que se considere
abuso de menores.
Me senté cerca de ellas, como era de
esperar no entendía ni papa de lo que decían, hablaban en tailandés o alguna de
sus variantes, ya que según la zona del país el idioma nativo variaba.
Uno de los camareros se me acercó para
preguntarme si deseaba beber algo, ya nos había atendido en el almuerzo y
hablaba algo de español así que me atreví a preguntarle:
-
Discúlpeme. ¿Me podría decir que hace aquí ese grupo de
chicas?. ¿Son estudiantes o algo así?...
El camarero titubeó durante un instante y
me miró como sin saber que responder.
-
¿ Ha entendido lo que le he preguntado?
-
Sí, señora. La he entendido. Es solo que me cuesta un poco contestarle.
-
¿Son putas?- pregunté sin rodeos.
-
Sí. – afirmó el camarero.
-
Gracias. Me trae una piña colada, ¿por favor?
- Por mi mente, Juan, pasó la proposición
que le había hecho a Miguel el día antes y la idea de “regalarle” un rato con
alguna de aquellas chicas no me parecía tan descabellada y no lo interpretaría
como una infidelidad ni nada parecido.
- ¿Te ponía la idea de que tu marido
estuviese con otra mujer con tu consentimiento? – pregunté mientras pedía otro
whisky.
-
Sí y mucho. Creo que hasta me excitaba con solo pensarlo y el hecho de
elegir yo a la chica y la situación me daba morbo.
He de reconocer que jamás habría
imaginado a mi colega en aquella situación pero su forma de contarme la historia
me había llevado hasta la misma terraza donde ella decía que estaba y ansiaba
oír el resto de la historia. Me sentía todo un espectador acomodado en el sofá
del bar pensando en la mujer que tenía frente a mí, lo poco que realmente se
conoce a las personas y la expectación que estaba despertando en mí.
-
Pues estoy deseando oír el resto, tengo la impresión de que me vas a
sorprender- terminé añadiendo a la espera.
Una de las chicas me había llamado la
atención, era más alta que las demás, muy fina y delgada pero con buen pecho,
tenía una melena muy lisa y muy larga, me pareció muy elegante para su edad,
tenía una carita de porcelana y unos ojos achinados que llamaban la atención.
El camarero me trajo la copa y le pregunté:
-
¿Esas chicas no son menores verdad?
-
No, son prostitutas que vienen al hotel en busca de clientes. Son
discretas y es “legal” estar con ellas, puesto que ninguna es menor de catorce
años. El hotel no se hace responsable de ellas pero las deja estar aquí, los
clientes las buscan y se sienten más seguros con ellas que saliendo a las
calles.
-
Entiendo. ¿Y que tendría que hacer para concretar sus servicios?...
El camarero me miró algo confuso, no sé
si por las preguntas o porque no entendía del todo mi idioma pero reaccionó
enseguida, se me acercó y me dijo en voz baja:
-
One moment please.
Se acercó a las chicas y volvió
acompañado de ellas.
-
¿Cuál desea?- me preguntó.
-
Me costó un poco reaccionar, no lo tenía del todo claro, estaba mas bien
tanteando el terreno con mis preguntas e imaginando lo que diría Miguel pero
algo dentro de mí habló y solo dije…-Esta-
- En media hora estará en su habitación –
dijo el camarero.
Continuará.....
Autores: Truhán, Selene y La Dama de las Tentaciones.
Les dejé un premio en mi blog... espero que les agrade porque lo merecen preciosas. Besitos!!! mi blog es lunasvampiricasmariela.blogspot.com
ResponderEliminarGracias Marielah por el reconocimiento, es todo un honor.
EliminarNos seguimos leyendo. Saludos.
Es que no me extraña amiga, me ha gustado mucho, mucho. Es un tema qu3e aunque supiera escribir no sabría escribirlo, es muy difícil, y no digo no ser chabacana
ResponderEliminarMuchos besitos
CONCHITA HERNÁNDEZ SANTOS
Muy bueno, me ha gustado, te sigo.
ResponderEliminar