4.
“¡Claro que no estaba
bien!. A mi mente llegaban imágenes intermitentes conforme oía los detalles de
aquella historia. Aún necesitaba de un par de whiskys más para asimilar el
singular relato. Tan solo de imaginarme a la tal Mandy desnuda en aquella cama
de tres con sus manos sobre un pene y sus labios en la entrepierna del
afortunado marido de Mari Luz me ponía cachondo, e incluso el hecho de tener en
mi mente la imagen casi desnuda de mi “colega” me excitaba. Además sabía que
Mari Luz estaba disfrutando de lo lindo contándome la “batallita tailandesa”,
que es como yo la había titulado en la cabecita que andaba entre mis piernas
dispuesta a salir sin permiso si aquello seguía poniéndose tan interesante”.
- Continúa querida. Éstas calores que me están
entrando son bienvenidas. Tú céntrate en la historia que yo me preocuparé de
que las copas no estén vacías.- le dije, mientras volvía a pedir otra ronda de
lo mismo al camarero.
- Como gustes Juan.- me respondió con tono
irónico.
- Pues aquella era la
situación, Juan. Cuando mi marido abrió los ojos estaba desconcertado. El
primer rostro que vio fue el de Mandy. Se fue a incorporar con cara de asustado
pero yo le empujé de nuevo sobre la cama y le susurré al oído: “Déjate llevar
querido, vamos a disfrutar de nuestras vacaciones”.
Una mueca parecida a una
breve sonrisa se dibujó en su rostro, asintió con la cabeza, cruzó sus brazos
por debajo de la nuca, abrió sus piernas y dijo: “Soy todo vuestro”.
Mandy me miró esperando mi
consentimiento y yo le devolví la mirada dándole el visto bueno. Sus manos
circulaban a su antojo por la entrepierna de mi marido y restregaba sus pechos
contra su rostro buscando los mordiscos que mi marido le propinaba. Yo no me
estuve quieta y clavé mi cara contra su pene, abrí la boca y le comencé a comer
con ansias, como si nunca antes lo hubiera hecho. Mi marido me agarró del pelo
y con fuerza dirigió el ritmo de mi cabeza contra su miembro muy erecto y
firme. Yo casi no podía recuperar la respiración entre cada acometida que su
pene propinaba en mi boca, a veces sentía como atravesaba mi garganta y los
colores se me subían por la falta de aire. Mientras, Mandy se encargaba de
comerle la boca y ser comida por él.
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