11 julio 2013

El Psiquiatra - Cap. 20 y 21 (Desenlace y final)




 
Imagen: Helmut-Newton
20.

-         No sé en que andará tu cabecita Malena. Desde luego no se me ocurre a que te refieres pero mientras espero creo que es hora de que tengamos tú y yo una conversación. ¿No te parece?... – le dije sin titubeos, con la idea de sacar mis últimas conclusiones antes de decidir un tratamiento.
-         ¿Así que quieres ir al grano Enrique? … pues te lo voy a poner más fácil de lo que crees. – dijo Malena sin dejar de observarme desde su relajante situación.
-         Para empezar sé perfectamente quién eres y a lo que te dedicas. Lo supe desde el mismo momento en que te ví entrar, de hecho tú y yo ya nos encontramos en una ocasión… solo que no me recuerdas.

¡Que no la recuerdo!... Claro que no la recordaba y ni se me pasaba por la cabeza que hubiese podido olvidarme de alguien como ella. No la creí, pensé que era parte de alguna mentira para desviarme de mis intenciones y aunque me asaltaron las dudas no la hice partícipe de ellas y la dejé que continuase.

-         Continúa…
-         Quizás no lo recuerdes porque hace mucho tiempo y yo estaba más cambiada. Porque aunque no lo creas yo no he sido siempre “así” y gran parte de culpa de mi transformación la tiene la mojigata de mi hermana.
-         No entiendo nada Malena, quiero que seas más explícita conmigo. Ya sabes quién soy y que estoy aquí para ayudaros a las dos pero para hacerlo necesito aclarar muchas dudas que aún tengo y sacar mis propias conclusiones. – dije mientras miraba sus gestos tratando de averiguar hasta que punto lo que me estaba contando era coherente y buscando cualquier indicio de que me estuviese mintiendo.

Tenía que conseguir que se desprendiese de la fría e indiferente coraza que la estaba ahogando y traerla a mi territorio sin caer en su juego.

-         Esta bien Enrique, hagámoslo a tu modo. Pregunta.

Por fin era mi momento. Empezaba el interrogatorio.

-         Estupendo. Hablemos claro y podremos avanzar.
-         Hay una cuestión que necesito aclarar antes de nada, es un poco delicada de exponer, intentaré ser directo sin caer en la grosería.
-         Dispara sin miedo Enrique.- dijo Malena mientras salía del jacuzzi y se secaba.

He de reconocer que durante unos segundos dejé a un lado la libreta de apuntes que estaba creando en mi cabeza y me recreé en su figura saliendo de aquella enorme bañera. Aún se sentía un perfume especial en la habitación y las gotas de agua que corrían por su cuerpo parecían ir al compás de los sentidos. ¿¿¡Qué diablos tenían aquellas hermanas que me volvía un completo pelele!??... y… ¿¿¡por qué mi pene siempre acudía a sus provocaciones??!!... En fin, debía de apartar aquellas preguntas y centrarme en las que tenía que hacerle a mi “paciente”.

-         Esta bien, vamos allá. Necesito descartar la posibilidad de que vuestro problema sea físico.
-         ¡¡¡Físico!!! Pues es evidente que lo es querido “Watson”. - interrumpió Malena.
-         Déjame acabar por favor y entenderás a donde quiero ir.

Cogí aire y me dispuse a hacerle la gran pregunta.

-         El principal problema aquí es que cuando una de vosotras tiene un contacto físico con un hombre es la otra la que lo siente y lo vive en su cuerpo. Por eso necesito saber si esto también ocurre cuando os tocáis vosotras.
-         Jajajajajaja.- se descojonaba Malena mientras encendía un cigarrillo y se sentaba junto a mí.
-         ¿Veamos si lo he entendido?... Quieres saber si cuando mi hermanita se masturba yo lo siento también.
-         Exactamente. Y al revés.
-         Pues mira por donde en eso no puedo ayudarte. Te explico querido “Watson”. Resulta que tu querida Adela no hace esas cosas, ella no se masturba, el por qué… no tengo ni idea, supongo que por lo mojigata que es, así que no puedo responderte con total conocimiento de causa.
-         ¿Y tú?... Porque apostaría la cabeza que tú si que te masturbas.
-         Es cierto que alguna vez lo he hecho para poner cachondo a algún tío pero no he sentido nada, así que para qué perder el tiempo en “experimentos”. Con respecto a Adela no tengo ni idea si ella lo ha podido llegar a sentir.- siguió contestando o más bien reflexionando con total calma.

Estaba más confuso todavía. La idea de aquella pregunta era descartar un problema físico para poder centrarme en el emocional. No entendía nada. Si alguien la toca lo siente la otra pero si se tocan ellas… ¿qué es lo que pasa?... Esto no tenía sentido. Tenía que aclararlo.

-         Esto no me aclara nada. No tiene sentido para mí. Si es un problema físico cuando Adela se masturba tú deberías sentirlo y si tú lo haces debería sentirlo ella, sin embargo resulta que ninguna de las dos se ha parado a averiguarlo y me encuentro como al principio.- dije en voz alta acompañando a mis pensamientos y a los garabatos que en mi mente se amontonaban.
-      Ya veo que empiezas a recopilar piezas para solucionar éste “rompecabezas”. Si quieres llamo a Adela y le preguntamos. – dijo Malena entre risitas y con el cigarrillo ya consumido.
-    Desde luego necesito preguntarle también a ella pero no creo que sea el tipo de pregunta que se deba hacer por teléfono. Esperaremos a que vuelva.- respondí a su propuesta.
-         Pues yo creo que no debemos esperar, se me ocurre como adelantar en tu diagnóstico mientras ella llega.
-         Me das miedo Malena. ¿Qué trama esa cabecita tuya?...- pregunté con curiosidad.
-         Experimentar querido “Watson”. Experimentar....

En aquel momento Malena me cogió de la mano y me sacó de las escaleras, andamos unos pasos y me llevó a una de las habitaciones. Se tumbó sobre la cama sin quitarse la toalla, abrió las piernas y se libró del minúsculo tanga que aún llevaba. Su cuerpo se quedó envuelto por la toalla tapándola desde el escote hasta los muslos.

-      Siéntate Enrique. Desde ese sillón podrás observarme con precisión y tomar notas como si estuviésemos en tu consulta.- me ordenó Malena con un tono entre irónico y sensual.

Yo obedecí. Me acomodé en un amplio sillón apenas a unos pasos de ella y comencé a observar sus movimientos. Ella se comenzó a tocar.

La casa estaba en silencio, solo los pequeños gemidos de Malena la llenaban. Al principio parecían forzados, posiblemente para llamar sus ganas, pero conforme sus manos paseaban por sus muslos desnudos sus piernas se abrían aún más. Una de sus manos jugaba con su entrepierna y la otra bajo una toalla que le oprimía los pechos buscando un hueco donde meterse. Yo cogí el cojín que había en el sillón y me lo puse sobre las rodillas, era grande y mullido, y era lo que encontré más a la mano para disimular mi gran erección.

La sensualidad de Malena rozaba la pornografía, verla era una delicia que pocos hombres sabrían apreciar.

Su cuerpo se retorcía sobre las sábanas de seda que crujían débilmente y se arrugaban al ritmo de sus piernas. Los gemidos subieron el tono y por la posición de su mano derecha sabía que sus dedos ya la habían penetrado. En aquel momento no podía pensar con claridad, necesitaba averiguar si aquellos gestos eran reales o fingidos - al fin y al cabo de eso se trataba aquel “experimento”-  pero tenía que encontrar el modo de centrarme y de dejar de babosear ante la divina imagen de aquella hermosa mujer masturbándose delante de mí y poniéndome la polla a mil.

-         ¿Sientes algo Malena?...- pregunté tras carraspear y aligerarme la garganta.
-         ¿Tú que crees Enrique? ¿Crees que soy tan buena actriz?...- contestó ella en medio de un gemido.
-         Eso es lo que necesito saber. No te andes por las ramas. Si fuese por mí te daría un Oscar por ésta actuación, si es que lo es.- añadí medio en broma para intentar desviar mis pensamientos de su cuerpo.
-         Desde luego eres todo un profesional. Todavía guardas la compostura. Sin embargo, creo que necesito ayuda por aquí abajo para estar más segura de lo que siento y de lo que no…. ¿Me ayudas a descubrirlo? … Es muy fácil, solo tienes que meter tus manos bajo la toalla, justamente donde yo te indique, introducir tus dedos lentamente, tranquilo entrarán sin problema te aseguro que estoy de los más húmeda y preparada para ti, después solo tienes que empujarlos hasta el fondo sin miedo ni titubeos, mientras me miras a los ojos oirás mis gemidos, de ese modo podrás compararlo con los anteriores y diagnosticar con toda claridad puesto que el que tú me produzcas será falso y los demás… ¿cómo fueron?... ¡Adelante!. Hazlo Enrique.

Mis piernas temblaban ante las insinuaciones de Malena, la tentación era desbordante, poder tocarla, empaparme de sus fluidos y… ¡¡¡Qué lechessss!!!... ¡¡¡A la mierda el diagnóstico!!!...

-         ¡Alto! ¡Ya es suficiente!- se oyó un fuerte grito y la imagen de Adela apareció como de la nada.



21

Adela irrumpió en la habitación, como no. Cómo engañarla si era ella la que sentía todo lo que Malena transmitía.
- Enrique - me increpó, - ¿todavía no te has dado cuenta de nada?
Me quede sorprendido, helado diría yo, no me he dado cuenta de que?
- mira a Malena entre sus piernas, mira ese coño que ya te has follado.
Malena seguía con su juego de acariciar se mientras mantenía una pícara mirada en su rostro observando la escena de desconcierto entre su hermana y yo.
- Míralo bien me volvió a increpar.
Desconcertado volví mi vista a aquel magnífico sexo semirasurado de Malena y fue cuando lo ví. No era un sexo femenino corriente era una vagina....... reconstruida. Tenía lo básico pero no era de tejido original, era fruto de una operación de cambios de sexo o reconstrucción de un órgano sexual femenino.
Me aparte un poco, no asustado sino sorprendido e instintivamente pregunte a Malena, 
-- ¿Malena, tu has sido si antes un hombre?
- Si mi querido Watson - con socarrona sonrisa afirmó.
Fue entonces cuando mi cabeza rebobino y como un ordenador encajó situaciones y experiencias, pacientes y expedientes y un nombre brotó a mi mente.
- Abel, eres Abel?
Sonrió Malena y Adela exhalo con fuerza su respiración, no se sí de alivio o de impaciencia.
Abel había sido un paciente mío hace ya unos años. Fue una de esas experiencias para olvidar. Un chico afeminado al que yo creía ambiguo en su sexualidad que trato de seducirme y que yo rechacé tras algunas insinuaciones suyas en mi consulta. Alguien al que posiblemente no supe comprender y con una actuación mía dejada llevar por mi inexperiencia y exacerbado machismo innato.
Me dio un vuelco el corazón, el estómago se me encogió como oprimido por un puño y por un momento no tuve palabras. Estaba tan sorprendido como avergonzado. 
-- Abel Dios mío como has cambiado. Te has operado........ todo........ -dije sin poder contener mi sorpresa-
- Si mi querido Enrique - afirmo - y al final me follaste, aún a tu pesar. Refiriéndose a la escena de la cocina en la que me lo había tirado contra la pared mientras su hermana se retorcía en diferido.
La situación por inusual, compleja y porque no decirlo, excitante, revolucionaba mi mente. Y una pregunta no dejaba de rondarte. ¿Era una venganza? ¿Realmente querían mi ayuda? ¿Era Malena o Abel que me buscaba como antaño?.
-- ¿Qué queréis de mi?
- Ayuda -respondieron al unísono. Ayuda que una vez nos negaste, reafirmo Malena.
-- Malena, porque supongo que así querrás ser llamada -dije-
- Si por favor, aseveró
-- Malena y Adela, os voy a ayudar, confiad en mi. Todavía no se cómo. Pero os voy a ayudar. También os pido que basta de juegos y que me dejéis pensar un momento.
Y todavía mojado el bóxer pero con hombría acobardada me retire a mi habitación para poner en orden mis ideas y tratar de buscar una solución luna salida a aquella situación.
Desde mi habitación, en la que daba vueltas como un gato encerrado, mi cabeza bullía dejándoselo llevar por ideas absurdas y de vez en cuando tarareando la música que volvía a oír se a lo lejos. "dance me to The end of love" que volvía a poner supongo Malena. Tan propio de los enfermos obsesivos que a menudo acompañan sus infinitas reiteraciones con música a todo volumen.
Vueltas y más vueltas ideas y más ideas, .......... Experimentación había dicho antes Malena, claro porque no. A veces las soluciones nos las dan los propios pacientes y sólo es necesario escuchar. Experimentación.
Cogí mi chaqueta y las llaves del coche. Y salí raudo hacia la puerta.
Me salió al paso Adela.
- ¿Nos abandonas de nuevo?
-- No Adela, no, pero he de salir y espero volver pronto.
- Pero es tarde ya Enrique, donde vas?
-- Confía en mi, donde voy cierran tarde volveré hoy mismo, no os vayáis a la cama hasta que llegue.
Y salí de las casa dejando por un momento aquella jaula de locos. 
Por un momento pensé en no volver, mientras daba vueltas por las calles de Madrid buscando un sexshop que estuviese abierto a aquellas horas de la noche. 
Nada todo cerrado, joder que punto desastre. Casi desesperado pare al borde de una parada de taxis y pregunte al primero del turno.
- buenas noches, le pago la carrera si me guía a hasta el sexshop abierto a estas horas más cercano.
Me miro aquel buen hombre con cara de, joder en mi puta vida me habían pedido eso, pero me dijo sígame y tal cual me volví al coche y seguí al Octavia blanco que me guiaba por intrincadas callejuelas de la zona Lavapies.
Tras unas cuantas vueltas paró frente a un local lúgubre con luces de neón que más que un sexshop parecía un puticlub.
Se bajó del coche y acercándose a mi ventanilla me dijo aquí encontrará de todo lo que pueda imaginar. Son 60 €, carrera, nocturna.....
-- Si sí sí claro, le corte mientras me echaba mano a la cartera y que por suerte llevaba pues con las prisas me la podía  haber dejado tranquilamente. Pero no, le pague y busque un sitio para estacionar el coche lo mejor que pude.
Ya en la puerta del local volví a pensar sobre mi idea y me adentré en la confianza de estar haciendo lo correcto.
El local era en efecto un puticlub. Pero tenía la peculiaridad de tener una zona con artículos eróticos y juguetes sexuales. Y no cualquier cosa no, había de todo. Joder había cosas que no había visto en mi puta vida. Había cosas que tenían que hacer hasta pupa. 
A vueltas por las estanterías y esquivando las insinuaciones de las chicas que pensarían que era un depravado solitario, aunque poco les debía importar..... Al final di con lo que quería. Hubiera jurado que era fruto de mi imaginación pero no, que ostias, existía vaya si existía. Y en varios colores. Negro me pareció del gusto de la pareja que me esperaba en el chalet.
Lo cogí y directo a caja. El cajero ni se inmutó. Ni buenas noches ni una puta palabra. 125,00€ parecerían en el display de neón azul que mostraba la caja.
-- Aceptan tarjetas - pregunté, porque ya no llevaba suficiente efectivo después del sablazo del taxista.
- Si, mientras me cogía la Visa. Al tiempo que yo pensaba, ostias a ver como justifico esto........ Bueno algo se me ocurrirá.
Efectuado el pago me metió todo en una discreta bolsa "rosa" y salí del local hacia mi coche ante la mirada de una pareja extraña que se cruzaba en mi camino sin hacer un gesto siquiera.
Unos minutos, casi una hora en coche de vuelta y ya estaba aparcando en el exterior del chalet de las Montoro.
Llamé al timbre y me abrieron las dos.
- Adonde fuiste - casi sonó al unísono.
-- A por "herramientas" de trabajo - contesté pero ahora el que sonreía socarronamente era yo.
Quisiera probar algo, sólo es una teoría pero si funciona podría ser un comienzo.
Ambas se miraron y asintieron con la cabeza. 
- Y que debemos hacer - preguntaron y ahora ya con menos prepotencia.
Vayamos a la habitación y os cuento el plan.
Una vez en la habitación las separé en estancias distintas y a cada una le di instrucciones precisas.
A Adela la lleve a una habitación contigua a la de Adela. Y allí extraje el contenido de la bolsa con el artilugio, ya que era ella la que más "carga" y responsabilidad iba a llevar.
Malena fue instada a ponerse sexy, luces apropiadas, música, que como no, volvía a insistir el "Dance me to the end of love" y simplemente a esperar acontecimientos con los ojos vendados con una cinta de seda en el borde inferior de la enorme cama que presidía su estancia.
Adela se sorprendió al ver el arnés que había comprado para ella. Era un arnés negro de cuero y protecciones de terciopelo, que sujetaba una polla sintética negra de dimensiones medias, no demasiado larga pero gruesa, moderadamente gruesa.
Todavía no llegaba a comprender su papel en el experimento. Su cara dejaba entre ver sus dudas sobre su papel.
Pero yo fui claro al respecto, debía hacer el amor a Malena. Sin pronunciar palabra, dejándome a mi actuar y guiar sus pasos y dejándose llevar por las sensaciones.
Como habíamos convenido, Malena nos esperaba en sus aposentos con una bata de gasa transparente, sentada al borde de su cama y los ojos vendados con una cinta de seda roja de unos de sus albornoces.
Yo me acerqué a ella con la camisa fuera de los pantalones y cogiendo sus manos y poniéndolas en mi cintura le dije, 
-- Malena, quiero que me la comas como nunca lo hayas hecho antes.
No hubo mucho que insistir. Como un autómata programado asió mi cintura y sin articular palabra se deshizo de mis pantalones que bajo magistralmente y comenzó a chuparme la polla como una niña que prueba por primera vez un polo de fresa.
Su boca jugaba con mi polla, su lengua rodeaba el glande que era comprimido y succionado. Todo sus jugos eran engullidos como sí no hubiese probado mejor néctar que aquel suculento zumo de polla.
Yo ya andaba justo, me faltaba poco para explotar pero el experimento no había hecho más que comenzar.
Mire hacia atrás donde estaba Adela esperando su turno y vi como sus manos presionaban su entrepierna adornada por el arnés y la polla sintética que tenía la peculiaridad de tener una mini polla hacia el lado interior del arnés. Y Adela apretaba la polla sintética acompasando el placer que ya le estaba emitiendo su hermana de sangre.
Fue entonces cuando sujeté las muñecas de Malena con unas esposas que había comprado en el mismo local y la eche hacia atrás, tumbandola y dejando su particular sexo abierto para Adela a la que cedí el turno para que poseyera con el arnés a su hermana.
Y asi fue. Adela, siguiendo mis intrucciones y lubricando la,polla de goma poseyó a Malena. Primero suavemente y a medida que la excitación subía en Malena con más fuerza.
Pero Malena no era imbécil y en seguida comprendió la suplantación y además allí faltaba algo. Algo que me correspondía a mi. Porque Adela se excitaba por la excitación de Malena, pero era una excitación psicológica, no era física y ahí era donde fallaba el binomio. Adela necesitaba transmitir excitación física suya propia a Malena y fue cuando ayudado por la excitación que me probocaba la escena de las dos hermanas penetrandose y follandose como lobas en celo, fue entonces cuando a través del orificio que permitía el arnés de Adela, la penetre yo sin contemplaciones ni miramientos.
Cual fue mi sorpresa al observar el sangrado que enrojecía mi polla cuando me di cuenta que Adela virgen y que nunca había sido excitada por aquel canal. 
Adela se estremeció pero aún más Malena que incluso atada por las muñecas y cegada por la cinta se medió incorporó al sentir en su vientre la entrada de mi polla desgarrando sus entrañas.
Se incorporó de tal manera que pasando su cara por el lateral de la cara de Adela buscaba una boca que besar, una boca que calmara su dolor que empezaba a convertirse en placer en un placer que no conocía en algo que no había sentido nunca antes.
Su boca y su lengua buscaban una boca y una lengua, y fui yo la boca y fue mi lengua la que calmó su excitante dolor.
Malena me comía vivo y me comía vivo en el oído de su hermana Adela que había adoptado el papel de hombre y la follaba con frenesí.
Unos envites más y la sincronía era tan perfecta que todo parecía arrancar en mi, llenar a Adela, Adela golpear a Malena y Malena morderme y comerme como sí me quisiera hacer daño. Un daño que no me hubiese importado que me arrancase la lengua si con ello arrancaba a su vez los gemidos que por primera vez ahogaban la puta melodía de "dance me to The end of love" que ya me empezaba a tocar los cojones.

Y así sucedió, yo empecé a eyacular como un toro en Adela y esta al mis chorros calientes y mi polla palpitara bombear  en su interior comenzó a contraer su coño y a golpear a modo de estertores de muerte a su hermana Malena que ya no me mordía la boca porque la extenuación la dejaba sin aliento y sin aire cayendo sobre la cama con síntomas de la petite morte, como llaman los franceses al desfallecimiento por el orgasmo intenso.
Mi sudor se mezclaba con su saliva y el pelo negro intenso de Adela lo envolvía todo. 
Sólo se oía el respirar agónico de los tres mientras tratábamos de deshacer aquel nudo gordiano que habíamos entrelazado entre los tres.
Malena recobrando el resuello y despojándose de la cinta que tapaba sus ojos, me alcanzo por la nuca y sujetándome fuerte como sujetaría un hombre a su hembra me dijo.
- Te amo Enrique, como siempre te he amado. -
Y yo sin decir nada pensé para mis adentros, - pero porque siempre tenemos que confundir el culo con las temporas - Pero en cualquier caso........... otro caso más resuelto.

FIN

04 julio 2013

El psiquiatra - Cap. 18 y 19





18.

Malena, Adela, de nuevo la primera…, estaba alucinado por la experiencia vivida. Me había follado a Malena, se había corrido Adela y Malena se había quedado con mi semen y sin orgasmo. Esto era de locos.
Sin embargo, desde un punto de vista científico, era un caso alucinante. Como psiquiatra enseguida adiviné dónde estaba el problema. El fenómeno de estas “excitaciones cruzadas”,  tenía profundamente frustrada a Malena, y Adela no sabía cómo lidiar con el hecho de que su promiscua hermana le provocara orgasmos inesperados de forma —supuse— más que habitual. Sin duda, la moral de Adela protestaba.
Y después estaba yo. Follarme a Malena había sido un shock por lo inhabitual, sin embargo, fue como follarse a una gamba. Mientras me estremecía en el orgasmo ella sonreía como se sonríe ante un payaso que saca flores de una chistera y eso no era divertido.
Algo había que hacer.
Como casi siempre, mi mente elaboró un plan A y un plan B. Ambos deberían solucionar este curioso embate que la vida me había presentado. La cuestión no era follarme a las hermanas —al menos no solo eso—, el reto era trascender el problema.
Con las cosas bastantes claras en mi cabeza me dirigí a la cocina donde ambas se afanaban en preparar lo que supuse era un asado.
—Hola, eso tiene buena pinta.
—Es un Strogoff —terció Adela—, hemos de alimentarte después de todo…
—Sí, te queremos fuerte —continuó Malena— ¿verdad hermanita?
—Quería decir que después de haberse molestado en venir…
Dejó la frase a medio terminar visiblemente azorada. El juego que habíamos pactado ya no tenía mucho sentido y era más que evidente que la situación requería de…, otro juego.
—Quería hablar con las dos, os quiero proponer algo.
Ambas dejaron lo que estaban haciendo y se volvieron hacia mi extrañadas.
—Estoy deseando oírlo. Malena abrió las piernas en una insinuación descarada. No pasó desapercibida a su hermana.
—Malena, por favor!
—¿Qué?
—Te ruego que no te comportes como una zorra delante de nuestro invitado.
Malena se olvidó de mi y se dirigió a su hermana con un andar exageradamente provocativo.
—Cariño, SOY una zorra.
Adela la dio por imposible y metió sus manos en el Strogoff al que estranguló con ganas.
—Sigo aquí —dije.
—Te escucho —contestó Malena.
—¿Adela?
—¡Oh, está bien!
—De acuerdo. Mirad, descubramos nuestras cartas. Malena ya sabe que aquí hay gato encerrado, no soy amigo de tu hermana, soy psiquiatra y estoy aquí porque tu hermana me lo ha pedido. Ella se preocupa por ti. Y creo que están muy justificados sus motivos aunque lo que no me dijo es que el problema es de las dos.
Había conseguido que me prestaran atención. Continué.
—Lo que anoche pasó me ha hecho comprender que la vida que lleváis es prestada en cuanto al sexo y, sin duda, es un problema que necesita de un psiquiatra.
—Tú, por ejemplo —dijo Malena.
—Yo, sin ir más lejos.
—¿Y qué propones? —Preguntó Adela.
—Os propongo un juego.
—¿Qué clase de juego? —dijeron ambas al unísono.
—Uno que solucionará vuestros problemas. Me explicaré. Está claro que la conexión, como gemelas que sois, trasciende lo usual. Si las razones que barajo están en lo cierto, lograré que cada una se quede con los orgasmos que le son propios y deje de sentir los de la otra.
—¿Sería posible? —dijo esperanzada Malena.
—Posible y probable —argumenté yo—, pensad en algo. Si no funciona ¿qué perdéis?
—Nada —confirmó Adela.
—Exacto —concluí.
Dejé que el silencio hiciera su trabajo. La verdad es que no estaba tan seguro de conseguir lo prometido pero un buen psiquiatra sabe que la voluntad de los pacientes es la que realmente consigue resultados. Si ellas creían en mí, las posibilidades del tratamiento que proponía se multiplicaban.
—Por mí de acuerdo —Malena fue la primera en hablar. Sin duda, la esperanza que le ofrecía era un regalo para ella que debía de estar harta de vivir su sexualidad sin hacerlo. Sin duda ello le había hecho convertir la promiscuidad en una forma de protesta.
—Creo que sí —contestó menos convencida Adela.
—Genial, hermanita ¿cuándo empezamos?
—Esta noche.
19.

Imagen: Thomas Schweizer


Adela se quedó en la cocina y Malena con sus insinuantes movimientos abandonó el habitáculo no sin antes lucir su hermoso cuerpo delante de mí sin decir nada, su mirada hablaba sola. Era una mirada felina y ardiente, desafiante y provocadora que no me dejó indiferente. Canturreaba una melodía, como si con ello practicara un estudiado juego de seducción.

Aunque las cartas estaban descubiertas, debía comportarme, así que con mala gana volví la cabeza para no prestarle atención. En el fondo me hacía gracia, era como una niña pequeña llamando la atención, una pequeña Lolita, pero no lo demostré, tan solo les dejé ver mi cara de psiquiatra.

Nos quedamos a solas con Adela y acercándome a ella a una distancia prudencial, le dije:
- Adela creo que es mejor ir a cara descubierta, esta situación se nos estaba marchando de las manos. Ahora Malena ya sabe quien soy y su reacción ha sido mejor de lo que esperaba-
- Sí, pero... Enrique, ¿realmente es necesario esa terapia entre las dos?-  preguntó con desagrado
- Sí, es necesario- respondí sin darle más explicaciones. Esta vez me salió el profesional que llevo dentro. Realmente me sentía aliviado, por fin podía controlar la situación y tenía la sartén por el mango.
- Enrique, acuérdate que yo debo salir. Como dije ayer, tengo que ayudar a Abel-

Su tono y su expresión corporal hablaban solos, no hacía falta que dijera que no tenía ganas de reunirse con él, pero...¿ por qué?. 
Sentía una atracción por ella, pero eso no significaba que iba a tirarme al mar sin salvavidas, tan solo era un deseo y no quería que ese sentimiento pudiera estropear mi vida. Yo era el psiquiatra y debía controlar la situación, no podía permitir que nuestra relación fuera más allá de lo profesional. Adela es ese tipo de mujeres que no conciben relaciones de sexo por placer, pero había algo en ella que me atraía, algo que no me transmitía Malena siendo prácticamente iguales. Con Malena sí, con ella las horas se nos pasarían volando y no jugando al tenis, ni al padel...

- Adela voy a intentar hablar con Malena. No te preocupes, la controlaré- le dije mientras abandonaba la cocina.

Me dirigí al salón para intentar localizar a Malena, seguramente sería fácil, allí donde se oyera música allí estaría ella. Todo estaba en silencio. Subí las escaleras para acercarme hasta su habitación, pero para mi sorpresa la música provenía del otro lado del pasillo. Me acerqué sigilosamente, la alfombra del pasillo escondía el sonido de mis pasos. La puerta del fondo, estaba abierta y la música salía de allí. 
Me sentía culpable así que, antes de llegar a la puerta, la llamé:

- ¿Malena, estás ahí?
- Sí Enrique, pasa, no te cortes.

Respiré hondo y empujé la puerta. Entré con cautela y miré a mi alrededor. Allí estaba ella deslumbrante como siempre y con esa belleza natural que poseía, que sabía que embaucaba a los hombres y así me miró ella, como si fuera su presa. Después de conocer el problema que tenían ellas dos, esa actitud suya frente a los hombres me tenía desconcertado. Respiré hondo y me activé el chip de trabajo. 

- Pasa anda, no te quedes ahí, ven a hacerme compañía, además deberías quedarte hasta que mi querida hermanita vuelva de su cita con su novio, así la conocerás un poco mejor... 
       Siéntate aquí a mi lado, aquí en las escaleras del yacuzzi estarás bien y verás todo
       en primera plana- ordenó Malena a Enrique con un gesto enérgico mientras sacaba la mano fuera del agua.

Sus palabras me dejaron desconcertados, pero creo que algo adivinaba. Como buen chico y para tener a Malena de mi lado, la obedecí y me senté en el último peldaño de las 4 escaleras por las que se accedía al yacuzzy. Desde allí, me llegan dulces olores provenientes del agua, una mezcla a jazmín y olores exóticos. Si acercaba la mano podía tocar el agua caliente, pero no lo hice. Debía concentrarme en sacarme la mayor información posible, sobre su Adela y su misteriosa cita.
- ¿Por qué crees que la conoceré mejor desde aquí?- pregunté a bocajarro mientras la miraba a los ojos.
Malena comenzó a reírse a con grandes carcajadas.
- Parece doctor, que aun no has entendido nada. Tu espera y verás. Dentro de poco comprenderás lo mojigata que es tu querida Adela…………….